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COMBATIENDO CON SAN BENITO


ORIGEN DE LA MEDALLA DE SAN BENITO

En 1647, en Núremberg, Baviera, unas hechiceras acusadas de haber hecho maleficios contra los habitantes de la región, hechizos, fueron encarceladas por orden de la autoridad pública. En la instrucción del proceso, ellas declararon que sus superticiosas maquinaciones y hechizos siempre quedaban sin resultado en los lugares en que la imagen de la Santa Cruz estuviese suspensa o incluso oculta en el suelo. Acrecentaron que nunca habían podido ejercer poder alguno contra la Abadía de Metten, o sea, un Monasterio Benedictino de Metten, de donde concluyó que tal impotencia se debía a alguna cruz o símbolo que protegía aquel Monasterio. Las autoridades consultaron a los Benedictinos de Metten sobre esa particularidad. Se hicieron pesquisas en la Abadía y se notaron en las paredes muchas representaciones de la Santa Cruz acompañadas de los caracteres que se encuentran en la Medalla de San Benito. Eran de época remota aquellas señales y mucho tiempo había ya que nadie más le prestaba atención. Faltaba explicar los tales caracteres, cuyo sentido se había perdido. Sólo ellos es que podían revelar la intención con que aquellas cruces allí habían sido trazadas. Después de muchas investigaciones, al final se encontró en la biblioteca de la Abadía un manuscrito, era un evangeliario notable por la encuadernación enriquecida con reliquias y piedras preciosas y traía en la primera página 13 versos que indicaban haber sido un volumen escrito y adornado por orden del Abad Pedro en el año de 1415. El mismo manuscrito transcribía enseguida el libro de Rabano Mauro (776-856) sobre la cruz y varios diseños a punta de pluma ejecutados por un monje anónimo de Metten. Uno de los diseños representaba a San Benito revestido de la cogulla monástica teniendo en la mano derecha un bastón terminado por una cruz. Sobre el bastón se leía este verso: Crux Sacra sit mihi lux, non draco sit mihi dux”. De la mano izquierda del Santo Patriarca salía una flámula con más estos dos versos: “Vade retro Satana, numquam suade mihi vana, sunt mala quae libas, ipso venena bibas”. Así, en el comienzo del Siglo XV, San Benito ya era representado con una cruz y ya existían los versos cuyas iniciales se leen hoy en la Medalla. Esos versos debían haber sido en la época objeto de alguna devoción particular, porque se veía la imagen de la Santa Cruz en las paredes de la Abadía de Metten cercada de las iniciales de cada una de las palabras que los componen. Debe reconocerse que la piadosa intención que había hecho erigir aquellas cruces cayera en el olvido y que muy poco caso se hiciera del precioso evangeliario que describimos, hasta que una circunstancia inesperada llevó a los religiosos a procuraren la interpretación de los misteriosos caracteres. Esa incuria es más de que explicable por las vicisitudes por las que habían pasado los Monasterios Alemanes hace más de un siglo en consecuencia de las agitaciones religiosas y políticas de que la región fuera teatro y que destruyeron mucho gran número de ellos, dejando a los otros en estado próximo de la ruina. Mientras tanto, la Abadía de Metten escapó de todos esos problemas, persecuciones y sufrimientos, manteniéndose vigorosa a pesar de los tiempos malos. ¿Y el por qué? Porque tenía grabado en todas sus paredes la Medalla de San Benito con todas las inscripciones maravillosas de la oración que vamos rezar en este momento en forma de Coronilla, Combatiendo con San Benito, todas las fuerzas del mal. Por otro lado, un hecho narrado en la vida del Papa San León IX que gobernó la Iglesia de 1049 a 1054, nos traerá también alguna luz para esclarecimiento de la cuestión. Ese Santo Pontífice nacido en 1002, tuvo a principio el nombre de Bruno y fue confiado aún niño a los cuidados de Bertoldo, Obispo de Tours. Sucedió que habiendo ido él a visitar a sus padres en el Castillo de Schegnen. En una noche de sábado para domingo, estaba durmiendo en la habitación que le había sido preparado. Durante el sueño, un sapo horrible se instaló sobre su rostro. El inmundo animal apoyaba las patas delanteras sobre la región de la oreja y abajo del mentón, y apretaba con fuerza el rostro del joven chupándole las carnes. La presión y el dolor despertaron a Bruno, aterrado con el peligro, se yergue inmediatamente del lecho y sacude con un movimiento de la mano el horrendo bicho, que con la claridad de la luna pudo bien distinguir. Viéndolo, suelta un grito de terror. Recurren muchos criados trayendo luces, pero la llegada de ellos hace desaparecer al bicho venenoso y es en vano que le buscan el rastro. Todos los esfuerzos son inútiles, quedó pues entonces dudoso si la aparición del monstruo fuera real o si fuera fantástica, pero ni por eso las consecuencias de su pasaje dejaron de ser crueles. Bruno sintió luego una inflamación dolorosa en el rostro, en la garganta y en el pecho, y su estado de salud no tardó a inspirar los más vivos cuidados. Vean mis queridos lectores, lo que puede hacer, cuánto mal puede hacer el demonio, las hechicerías y las obras de las tinieblas. Durante dos meses, sus padres desolados le rodeaban el lecho esperando a cada día ver llegar su último momento. Dios sin embargo le reservaba para la salvación de Su Iglesia y quiso poner término a su aflicción restituyéndole la salud. Hacía ya 8 días que perdiera el habla, cuando de repente sintiéndose perfectamente despierto, vió una escalera luminosa que partía de su lecho y atravesando la ventana de la habitación parecía subir hasta el Cielo. Bajó por esa escalera un venerable anciano revestido de hábito monástico y cercado de brillantes esplendores, traía en la mano derecha una cruz colocada en la extremidad de un largo bastón. Llegando junto al enfermo, apoyó la mano izquierda en la escalera y con la derecha tocó la cruz que traía en el rostro de Bruno y enseguida en las otras partes inflamadas. Esos toques hicieron salir el veneno por una apertura que inmediatamente se formó en la región de la oreja. Y dejando al enfermo ya aliviado, el anciano se retiró siguiendo el mismo camino por donde había venido. En el mismo instante, Bruno llama a Adalberón, su Capellán, lo invita a sentarse a su lecho y le cuenta la feliz visita que acababa de recibir. La desolación que llenaba la casa sucede la más viva alegría. Pocos días después, ya estaba la llaga cicatrizada y Bruno con perfecta salud. En todo el transcurso de su vida, le gustaba a él narrar el milagroso acontecimiento y el Archidiácono Viberto, autor del relato que acabamos de reproducir, atestigua que el Pontífice había reconocido en la persona del venerable anciano que le había curado con el toque de la Santa Cruz al Glorioso Patriarca San Benito.

Como ustedes leyeron mis queridos lectores, San Benito es poderosísimo contra todas las fuerzas del mal, contra el demonio, contra las hechicerías, los animales ponzoñosos enviados por el demonio para hacernos mal y las hechicerías no pueden nada contra las personas, cosas y lugares que están debajo de la protección de San Benito donde Su Medalla con la inscripción de la oración contenida en ella y donde esta misma oración es rezada con devoción todos los días. Por eso, con gran fe, amor y confianza en San Benito, vamos a rezar nuestra Coronilla Combatiendo con San Benito, rezando la oración contenida en Su Medalla, pidiendo que Él nos proteja y nos libre de todos los males del cuerpo y del alma, y especialmente de toda tentación del diablo, de toda tentación del pecado.


ORACIÓN DE SAN BENITO

“Crux Sacra sit mihi lux, non draco sit mihi dux. Vade retro Satana, numquam suade mihi vana, sunt mala quae libas, ipso venena bibas”


                                                                                                Señal de la Cruz +

(Usar un rosario ordinario de 10 cuentas)

1-Padre Nuestro
1-Avemaría
1-Gloria

En la cuenta grande:

“Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

En las cuentas del denario:

“La Cruz Sagrada sea mi luz, no sea el dragón mi guía. Retírate Satanás, nunca me aconsejes cosas vanas, es malo lo que tú me ofreces. Bebe tú mismo tu propio veneno.”

Después de cada denario:

San Benito de Nursia, ruega por nosotros.


CRÓNICAS DE LA MEDALLA DE SAN BENITO


CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UN POSESO DEL DEMONIO

Fue por el franco condado que la Medalla penetró en Francia. Ya antes de eso, ella se había propagado considerablemente en Alemania después del acontecimiento de Núremberg. En 1665, en Luchon, un joven poseído por el espíritu maligno, era atormentado de modo crudelísimo. Sus padres ya habían intentado de todos los medios a fin de arrancarlo de aquel estado y todos se habían revelado inútiles. Al final, se acordaron de recurrir en tal extremo a la Medalla de San Benito. Dieron de beber al muchacho un poco de agua en que habían sumergido el objeto sagrado. Mal el muchacho llevó la bebida a los labios, he aquí que el demonio entró nuevamente atormentar a su víctima con tal extraordinario furor, que inspiró terror a todos los presentes, pero luego los padres del poseso comenzaron a tranquilizarse, pues, oyeron al demonio decir por la boca de su hijo que se sentía dominado por un poder superior y que saldría del cuerpo del muchacho a las tres horas de la madrugada. El aviso de hecho correspondía a la realidad, pues, el enemigo infernal salió a la hora que había anunciado y el joven recuperó paz del alma y salud de cuerpo. El episodio produció en toda Francia una gran conmoción y un aumento de la devoción a la Medalla de San Benito.      

Gloriosísimo San Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, dígnate de librarnos de todas las posesiones demoníacas, de todas las obsesiones diabólicas, de las tentaciones del demonio, de las paranoias diabólicas, de toda infestación diabólica en nuestra casa, en nuestro local de trabajo y de todos los males del cuerpo y del alma.


CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA POSESA DEL DEMONIO

En la misma Ciudad de Luchon, en la misma época en que el joven fue liberado del demonio, una muchacha estaba dominada por el espíritu maligno de un modo tan irresistible, que su lengua no cesaba de proferir palabras obscenas, impuras. Decían que el demonio había establecido morada en los labios de aquella víctima. Para librarla de la violencia que le hacía el enemigo de toda virtud, le presentaron también para beber agua santificada por el contacto con la Medalla de San Benito. Inmediatamente cesó la presión en que vivía y desde entonces, no más violó en sus conversaciones las reglas de la moral cristiana.

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO SANÓ LA LLAGA DE UN HOMBRE

En el mismo año de 1665, un hombre tenía en el brazo una llaga tan grande y tan envenenada, que no cedía remedio alguno. Ocurrió entonces el recuerdo de colocarse la Medalla de San Benito sobre el brazo enfermo juntamente con el habitual curativo. Al día siguiente, al removerse el vendaje, se verificó que la llaga estaba con buen aspecto y al cabo de algunos días cicatrizó enteramente.

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO CURÓ A UN ENFERMO

Aún por la misma época, llegó otro enfermo a un estado tan desesperado, que los socorros de la medicina eran impotentes para aliviarlo. En esa extremidad, manifestó deseos de beber un poco de agua en que estuviera por algunos momentos sumergida la Medalla, la Medalla de San Benito. Y en breve recobró perfecta salud.

Glorioso San Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, concédenos la gracia de ser libres de todos los males del alma y del cuerpo, sean ellos producidos por nuestros pecados, por el demonio o simplemente males de orden natural y danos gozar siempre perfecta salud del cuerpo y del alma.


CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO EXPULSÓ A LOS ESPÍRITUS MALIGNOS DE UN CASTILLO

En el año de 1666, el Castillo de Mello, situado a algunas leguas de Besançon, era infestado por demonios. Los moradores pasaban por sustos contínuos en consecuencia de rumores extraños que se oían y hasta los animales eran diseminados por molestias desconocidas. Se tornó tan grande el terror que fue al final abandonado el edificio. Algunas personas piadosas aconsejaron entonces que se suspendiesen en diversos lugares en las paredes del Castillo, la Medalla de San Benito. La confianza de las personas fue justificada, pues, desapareció instantáneamente la causa de tantos terrores. En la residencia fue restituida la paz y desde entonces, sus habitantes pudieron vivir allí sin cualquier inquietación.

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA ALDEA DE INCENDIOS PROVOCADOS POR DEMONIOS

En 1665, una aldea de Lorraine era asolada por frecuentes incendios. A cada día, alguna nueva casa era destruida por las llamas y nadie podía determinar la causa de los siniestros. Ya 12 casas habían sido sucesivamente quemadas, cuando desesperados, los habitantes del local fueron a pedir socorro en una Abadía próxima. Les dieron allí algunas Medallas de San Benito, aconsejándoles que las suspendiesen en las paredes de las casas que hasta entonces habían sido ahorradas. Los habitantes de la aldea siguieron a raya el consejo y desde entonces, sus moradas no más precisaron temer los incendios que tantos estragos habían causado.

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO SANÓ A UNAS VACAS ENFERMAS

En la región de Borgoña, brotaba en el ganado una epidemia tan violenta que las vacas envés de leche, daban sangre. Pero los animales recuperaron la salud luego que les fue dado de beber agua en que había sido sumergida la Medalla de San Benito. Ese hecho también sucedió en el año de 1666.

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO SALVÓ EL NEGOCIO DE UN ALFARERO

El propietario de una alfarería se quejaba de no poder más cocer su barro por mayores que fuesen los cuidados de sus empleados en el calentar el horno. Se clavó entonces en las paredes de la construcción la Medalla de San Benito y desde entonces, el fuego adquirió nuevamente toda la eficacia, nunca más reapareciendo el fenómeno maléfico.

Gloriosísimo San Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, dígnate de librarnos de todas las infestaciones diabólicas en nuestras casas, en nuestros locales de trabajo, en nuestros animales de estimación y animales de servicio, en nuestros autos, en nuestros bosques, nuestros barrios, ciudades y países, y danos siempre la gracia de ser protegidos de toda interferencia de Satanás y de los demonios en nuestra vida, en nuestros bienes, en nuestras familias. Así sea.



CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO CURÓ A UNA MUJER DE UNA HEMORRAGIA NASAL

En los primeros días de Julio de 1843, una señora que se trataba en las aguas de Néris, fue súbitamente atacada por una fuerte hemorragia nasal. Llamado el médico, él reconoce el peligro del caso, pero los remedios que receta para estancar la hemorragia parecen aún más activarla. Tres días después, alrededor de las nueve horas de la noche, aumenta visiblemente el peligro y el médico no puede dejar de manifestar una viva preocupación. La dueña de la hospedaría sale afligida de la habitación de la enferma y como por inspiración pregunta si alguien allí tendría la Medalla de San Benito. Por felicidad, aparece una en la hospedaría. La enferma, mujer de fe viva, acepta la Medalla e inmediatamente se estanca la sangre. Lava enseguida las manos y el rostro y se prepara para dormir, cosa que durante tres días y dos noches no pudiera hacer. Al volver para casa la persona que había dado la Medalla, encontró una carta fechada de Roma en el día 3 de Julio de 1843 en la cual se le decía: “Aún no pude encontrar el libro del Benedictino de Praga. Entretanto, ahí va un folleto sobre el mismo tema que me dieron los Benedictinos de Roma. Mira, en la enumeración que aquel folleto hace de los efectos milagrosos de la Medalla de San Benito, se lee entre otros: es remedio eficacísimo para las pérdidas de sangre esta Medalla.”     

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO CURÓ A UNA JOVEN DE LA FIEBRE TIFOIDEA

Más o menos por la misma época, una joven atacada por una fiebre tifoidea, estaba obligada hace unos 10 días a permanecer sentada en un sillón, siendo insoportable para ella la posición horizontal del lecho. Las nueve horas de la noche, un amigo de la familia viniendo a visitarla, le habla de las Medallas de San Benito y le deja caer una sobre el lienzo. Ni cinco minutos se habían pasado y ya la enferma se extendía en el lecho, y en el día siguiente, habiendo pasado una noche de profundo sueño, se sintió liberada de la fiebre terrible que hasta entonces resistiera a todos los recursos médicos

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO SANÓ EL DOLOR DE DIENTE

En Enero de 1849, en una Ciudad de Francia, un Sacerdote de la Compañía de Jesús, Jesuita, se presenta en la casa de una persona, la cual venía pedir socorro para un dolor de dientes que se tornara intolerable. Le hablan de la Medalla de San Benito y después de algunas palabras de explicación, el enfermo acepta una. En el momento en que la Medalla le toca la mano, él suelta un grito como si le hubiesen arrancado un diente y articula distintamente estas palabras: “Se me quebró el diente.” Llevando de inmediato los dedos en la boca, verifica que el diente está en su lugar, pero el dolor había desaparecido.

Glorioso San Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, te pedimos, líbranos de todas las enfermedades del cuerpo y del alma, de todos los males que nos puedan afligir y a nuestros familiares y danos la gracia de gozar perfecta salud para servir a Dios y junto contigo, alabarlo todos los días de nuestra vida en completa paz y prosperidad divina.


CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO CAUSA TERROR A SATANÁS

En el año de 1858, en un distrito del departamento de Vienne, en Francia, había una reunión de amigos en que un conocido muchacho tomó parte y en ella se habló al respecto de mesas giratorias y algunas personas presentes contaron que en el año precedente, experiencias del género habían alcanzado mucho suceso. Habiendo aparecido en esa conversasión algunos incrédulos, quedó combinado que en el día siguiente se haría al mediodía una sesión de aquellas. A pesar de que algunos tenían ciertos remordimientos de conciencia, todos con todo se reunieron en la hora marcada y con temeridad metieron las manos a la obra observando exactamente las condiciones costumbreras. Después de dos horas de tentativas, se desvaneció la última esperanza de suceso y los amigos se irían separarse buscando descubrir la causa de tal incomún mutismo. Una muchacha que participara de la reunión, ponderó que algunas Medallas que traía consigo,  notadamente la de San Benito, bien podrían tener relación con el malogro. Se combinó entonces en hacer otra sesión en el otro día siguiente a las ocho de la noche. Esta vez, la joven dejó en casa todas las Medallas, pero así desarmada, no quiso tomar parte activa en la sesión conservándose alejada en un rincón de la sala. Al cabo de media hora en lo máximo, algunos extremecimientos se hicieron sentir y la mesa comenzó a rechinar, lo que hacía prever luego que ella iría moverse por sí. Un médico propuso que ella cuando quisiese hablar, diese con una pata dos golpes para decir “Sí” y una para decir “No”. Con efecto, ella no tardó a elevarse en el aire con gran satisfacción de los asistentes que comenzaron a interrogarla, inicialmente a respecto de temas frívolos y después a respecto de su silencio en la víspera. Pregunta: “¿Por qué no quisiste responder ayer? ¿Sería porque la joven tal estaba con la Medalla de Nuestra Señora?”. Respuesta de la mesa: “No”. “¿Sería porque ella estaba con la de San Benito?”. Respuesta de la mesa: “Sí”, dos golpes bien fuertes. Pregunta: “¿La Medalla de Nuestra Señora no podría impedirte de venir?”. Respuesta: “No”. Es preciso notar que en verdad todos los cirscuntantes traían consigo Medallas de Nuestra Señora o Escapularios. Se pasó a otras preguntas: “¿Cómo te llamas?”. La mesa fue entonces parando como si convencionara sobre cada una de las letras del alfabeto correspondiente a la palabra que quería exprimir, indicando sucesivamente S, A, T. Esas letras quitaron toda duda y cada uno adivinó “Satanás” antes que la mesa terminase la palabra. Muchas personas se retiraron de la rueda llenas de terror, otras más temerarias prosiguieron las interrogaciones. Fueron hechas a la mesa algunas preguntas religiosas o científicas sobre las cuales la mesa guardó completo silencio. Dos veces se echó de todo por tierra con un movimiento espontáneo, después que continuó girando. Preguntó alguien: “¿Querrás volver mañana?”. La mesa respondió afirmativamente. Y la misma persona preguntó a qué horas desearía. La mesa dio 12 golpes. “¿Será al mediodía?”. La mesa respondió “No”. “¿A medianoche?”. “Sí”. Tales respuestas a parte de muchas otras que sería por demás largo transcribir aquí, producieron viva impresión en los asistentes, haciendo en ellos desaparecer cualquier duda sobre acerca del misterioso agente que se exprime sobre las mesas giratorias. La sesión ya se prolongaba hasta las once horas de la noche y todos se retitaron tomando cada cual la resolución de andar siempre de ahí en adelante con la Medalla de San Benito. Hubo personas que se espantaron en el presente episodio por el hecho de que Dios ha querido operar por medio de la Medalla de San Benito y no por la de Nuestra Señora que ejerce incontestablemente un poder más extenso que la de todos los Santos juntos. Esas personas no reflexionaron que tal raciocinio acabaría por aniquilar el recurso a los Santos, ellas precisarían comprender que así como el propio Dios muchas veces nos concede sólo por medio de María ciertos favores que le habíamos pedido directamente sin ser atendidos, así también María se digna de no llevar a mal que nosotros alcancemos por medio de los Santos socorros cuya concesión de Ella depende.

Gloriosísimo San Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, te pedimos, concédenos la gracia de ser protegidos de todos los engaños y embustes diabólicos, que nos apartemos de toda especie de espiritismo, de evocación de las fuerzas de las tinieblas, hechicerías, para que seamos fieles a nuestra santa fe católica y caminemos cada día más en el camino de la verdad, del bien, del evangelio y de la gracia de Dios.



CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA CASA INFESTADA DE DEMONIOS

A poca distancia de Rennes, una casa que servía al mismo tiempo de bar y salón de billar, era habitada y dirigida por una familia cristiana. Pero extraños síntomas de presencia diabólica de repente se hicieron sentir. Aún cuando no había gente en el salón de juego, se oye ruidos y voces que imitaban a un numeroso agrupamiento de jugadores. Los muebles se mudaban de lugar en la casa sin que nadie tocase en ellos. Las puertas se abrían y se cerraban solitas, y un ruido extraño se hacía oír en las camas de las diversas habitaciones. En una noche de Navidad, habiendo la criada subido al sótano que residía, a fin de prepararse para ir a la Misa del Gallo, encontró el aposento lleno de humo denso en medio del cual se agitaba alguna cosa medio indefinida. La criada soltó un grito, salió precipitadamente y cayó desmayada. Los moradores de la casa andaban continuamente aterrorizados por tan extraños fenómenos. Ya habían mandado rezar muchas Misas por las almas, ya habían solicitado las oraciones rituales de la Iglesia para bendiciones de casas mal asombradas y el flagelo hasta entonces no cesaba de ningún modo. El único remedio sería mudarse de aquella casa que era de construcción reciente y en la cual los moradores habían esperado encontrar un alojamiento cómodo y agradable. Una mujer piadosa habló de la Medalla de San Benito y aconsejó a los moradores que recurriesen a ella. De inicio, fue clavada una en cada puerta de la casa e inmediatamente cesó todo barullo, pero nadie había pensado en colocar la señal de la salvación en la entrada de la bodega y toda la malicia de los demonios pareció haberse refugiado en aquel lugar. Tal era el estruendo y tal era el desorden que allí reinaban. Allí también pusieron la Medalla y por fin la influencia diabólica dejó completamente la casa. Pero no lo hizo sin vengarse, porque la persona que nos relató estos hechos que ocurrieron en 1861, cayó de repente en una cruel obsesión del demonio siendo duramente afligida en el cuerpo y en el alma. Consiguió al final alivio siguiendo el consejo del confesor, que le recomendó que se revistiese de coraje contra el demonio pronunciando frecuentemente contra él los Santísimos Nombres de Jesús, María y José. Incluso así el flagelo no pasó, la única cosa que pudo librar a la pobre muchacha de la obsesión diabólica fue la recitación contínua de la oración de San Benito que está en la Medalla.

CÓMO LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA COMUNIDAD RELIGIOSA DE LOS ATAQUES DE LOS DEMONIOS

En 1863, en una comunidad religiosa que mantiene un pensionado, se notó que los vidrios de las lámparas se iban quebrando alternadamente en el salón de estudio y en el dormitorio. En el refectorio, las copas de las hermanas conversas igualmente aparecían quebradas dentro de las gavetas y ninguna vigilancia podía descubrir la causa de tal desorden que se repetía diariamente. Varias semanas se prolangaba esa situación cuando ocurrió a las hermanas el recuerdo de recurrir a la Medalla de San Benito. Colocaron la Medalla en las lámparas y en las gavetas e inmediatamente cesaron allí los accidentes, pero cosa espantosa, los vidrios de las lámparas de los corredores y de los otros cómodos de la casa fueron por su vez atacados por los demonios, recomenzando el quiebra-quiebra. Este quiebra-quiebra solamente tuvo fin cuando las hermanas resolvieron emplear el mismo recurso que tanto éxito tuviera en el salón de estudio y en el refectorio, colocando las Medallas en las lámparas. Desde entonces, todo cesó.

Glorioso San Benito, por tu Medalla y por la oración escrita en ella, te pedimos, líbranos de todos los ataques del demonio, de todos los fenómenos misteriosos del demonio en nuestra casa, en nuestro local de trabajo, nuestros bienes, nuestros cuerpos y nuestras almas. Haznos vivir continuamente debajo de tu protección, sirviendo al Señor y a Nuestra Madre Santísima todos los días en completa salud, tranquilidad y paz.



ORACIÓN FINAL

Hubo un varón de vida venerable, Benito, tanto por la gracia cuanto por el nombre. Dejó la casa y los bienes paternos, y en el deseo de agradar solamente a Dios procuró el santo hábito del monaquismo. Demos gracias al Señor que en Su bondad nos muestra el camino de la vida. Oh Dios, que hiciste del Abad San Benito preclaro maestro en la escuela de tu servicio, concede que nada prefiriendo a tu amor, corramos de corazón dilatado en el camino de tus Mandamientos.  Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.


San Benito, ruega por nosotros. 


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