COMBATIENDO
CON SAN BENITO
ORIGEN
DE LA MEDALLA DE SAN BENITO
En 1647, en Núremberg, Baviera,
unas hechiceras acusadas de haber hecho maleficios contra los habitantes de la
región, hechizos, fueron encarceladas por orden de la autoridad pública. En la
instrucción del proceso, ellas declararon que sus superticiosas maquinaciones y
hechizos siempre quedaban sin resultado en los lugares en que la imagen de la
Santa Cruz estuviese suspensa o incluso oculta en el suelo. Acrecentaron que nunca
habían podido ejercer poder alguno contra la Abadía de Metten, o sea, un
Monasterio Benedictino de Metten, de donde concluyó que tal impotencia se debía
a alguna cruz o símbolo que protegía aquel Monasterio. Las autoridades
consultaron a los Benedictinos de Metten sobre esa particularidad. Se hicieron
pesquisas en la Abadía y se notaron en las paredes muchas representaciones de
la Santa Cruz acompañadas de los caracteres que se encuentran en la Medalla de
San Benito. Eran de época remota aquellas señales y mucho tiempo había ya que
nadie más le prestaba atención. Faltaba explicar los tales caracteres, cuyo
sentido se había perdido. Sólo ellos es que podían revelar la intención con que
aquellas cruces allí habían sido trazadas. Después de muchas investigaciones, al
final se encontró en la biblioteca de la Abadía un manuscrito, era un
evangeliario notable por la encuadernación enriquecida con reliquias y piedras
preciosas y traía en la primera página 13 versos que indicaban haber sido un
volumen escrito y adornado por orden del Abad Pedro en el año de 1415. El mismo
manuscrito transcribía enseguida el libro de Rabano Mauro (776-856) sobre la
cruz y varios diseños a punta de pluma ejecutados por un monje anónimo de
Metten. Uno de los diseños representaba a San Benito revestido de la cogulla
monástica teniendo en la mano derecha un bastón terminado por una cruz. Sobre
el bastón se leía este verso: “Crux Sacra sit mihi lux, non draco sit mihi
dux”. De la mano izquierda del Santo Patriarca salía una flámula con
más estos dos versos: “Vade retro Satana, numquam suade mihi vana,
sunt mala quae libas, ipso venena bibas”. Así, en el comienzo del Siglo XV, San Benito ya era representado
con una cruz y ya existían los versos cuyas iniciales se leen hoy en la Medalla.
Esos versos debían haber sido en la época objeto de alguna devoción particular,
porque se veía la imagen de la Santa Cruz en las paredes de la Abadía de Metten
cercada de las iniciales de cada una de las palabras que los componen. Debe
reconocerse que la piadosa intención que había hecho erigir aquellas cruces
cayera en el olvido y que muy poco caso se hiciera del precioso evangeliario
que describimos, hasta que una circunstancia inesperada llevó a los religiosos
a procuraren la interpretación de los misteriosos caracteres. Esa incuria es
más de que explicable por las vicisitudes por las que habían pasado los Monasterios
Alemanes hace más de un siglo en consecuencia de las agitaciones religiosas y
políticas de que la región fuera teatro y que destruyeron mucho gran número de
ellos, dejando a los otros en estado próximo de la ruina. Mientras tanto, la
Abadía de Metten escapó de todos esos problemas, persecuciones y sufrimientos,
manteniéndose vigorosa a pesar de los tiempos malos. ¿Y el por qué? Porque
tenía grabado en todas sus paredes la Medalla de San Benito con todas las inscripciones
maravillosas de la oración que vamos rezar en este momento en forma de
Coronilla, Combatiendo con San Benito, todas las fuerzas del mal. Por otro
lado, un hecho narrado en la vida del Papa San León IX que gobernó la Iglesia
de 1049 a 1054, nos traerá también alguna luz para esclarecimiento de la
cuestión. Ese Santo Pontífice nacido en 1002, tuvo a principio el nombre de
Bruno y fue confiado aún niño a los cuidados de Bertoldo, Obispo de Tours.
Sucedió que habiendo ido él a visitar a sus padres en el Castillo de Schegnen.
En una noche de sábado para domingo, estaba durmiendo en la habitación que le
había sido preparado. Durante el sueño, un sapo horrible se instaló sobre su
rostro. El inmundo animal apoyaba las patas delanteras sobre la región de la
oreja y abajo del mentón, y apretaba con fuerza el rostro del joven chupándole
las carnes. La presión y el dolor despertaron a Bruno, aterrado con el peligro,
se yergue inmediatamente del lecho y sacude con un movimiento de la mano el
horrendo bicho, que con la claridad de la luna pudo bien distinguir. Viéndolo,
suelta un grito de terror. Recurren muchos criados trayendo luces, pero la
llegada de ellos hace desaparecer al bicho venenoso y es en vano que le buscan
el rastro. Todos los esfuerzos son inútiles, quedó pues entonces dudoso si la
aparición del monstruo fuera real o si fuera fantástica, pero ni por eso las
consecuencias de su pasaje dejaron de ser crueles. Bruno sintió luego una
inflamación dolorosa en el rostro, en la garganta y en el pecho, y su estado de
salud no tardó a inspirar los más vivos cuidados. Vean mis queridos lectores,
lo que puede hacer, cuánto mal puede hacer el demonio, las hechicerías y las
obras de las tinieblas. Durante dos meses, sus padres desolados le rodeaban el
lecho esperando a cada día ver llegar su último momento. Dios sin embargo le reservaba
para la salvación de Su Iglesia y quiso poner término a su aflicción
restituyéndole la salud. Hacía ya 8 días que perdiera el habla, cuando de
repente sintiéndose perfectamente despierto, vió una escalera luminosa que
partía de su lecho y atravesando la ventana de la habitación parecía subir
hasta el Cielo. Bajó por esa escalera un venerable anciano revestido de hábito
monástico y cercado de brillantes esplendores, traía en la mano derecha una
cruz colocada en la extremidad de un largo bastón. Llegando junto al enfermo,
apoyó la mano izquierda en la escalera y con la derecha tocó la cruz que traía
en el rostro de Bruno y enseguida en las otras partes inflamadas. Esos toques
hicieron salir el veneno por una apertura que inmediatamente se formó en la
región de la oreja. Y dejando al enfermo ya aliviado, el anciano se retiró
siguiendo el mismo camino por donde había venido. En el mismo instante, Bruno
llama a Adalberón, su Capellán, lo invita a sentarse a su lecho y le cuenta la
feliz visita que acababa de recibir. La desolación que llenaba la casa sucede
la más viva alegría. Pocos días después, ya estaba la llaga cicatrizada y Bruno
con perfecta salud. En todo el transcurso de su vida, le gustaba a él narrar el
milagroso acontecimiento y el Archidiácono Viberto, autor del relato que
acabamos de reproducir, atestigua que el Pontífice había reconocido en la
persona del venerable anciano que le había curado con el toque de la Santa Cruz
al Glorioso Patriarca San Benito.
Como ustedes leyeron
mis queridos lectores, San Benito es poderosísimo contra todas las fuerzas del
mal, contra el demonio, contra las hechicerías, los animales ponzoñosos
enviados por el demonio para hacernos mal y las hechicerías no pueden nada
contra las personas, cosas y lugares que están debajo de la protección de San
Benito donde Su Medalla con la inscripción de la oración contenida en ella y
donde esta misma oración es rezada con devoción todos los días. Por eso, con
gran fe, amor y confianza en San Benito, vamos a rezar nuestra Coronilla
Combatiendo con San Benito, rezando la oración contenida en Su Medalla,
pidiendo que Él nos proteja y nos libre de todos los males del cuerpo y del
alma, y especialmente de toda tentación del diablo, de toda tentación del
pecado.
ORACIÓN
DE SAN BENITO
“Crux
Sacra sit mihi lux, non draco sit mihi dux. Vade retro Satana, numquam suade
mihi vana, sunt mala quae libas, ipso venena bibas”
Señal
de la Cruz +
(Usar
un rosario ordinario de 10 cuentas)
1-Padre
Nuestro
1-Avemaría
1-Gloria
En
la cuenta grande:
“Gloria
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En
las cuentas del denario:
“La
Cruz Sagrada sea mi luz, no sea el dragón mi guía. Retírate Satanás, nunca me
aconsejes cosas vanas, es malo lo que tú me ofreces. Bebe tú mismo tu propio
veneno.”
Después
de cada denario:
San
Benito de Nursia, ruega por nosotros.
CRÓNICAS
DE LA MEDALLA DE SAN BENITO
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UN POSESO DEL DEMONIO
Fue por el franco condado
que la Medalla penetró en Francia. Ya antes de eso, ella se había propagado
considerablemente en Alemania después del acontecimiento de Núremberg. En 1665,
en Luchon, un joven poseído por el espíritu maligno, era atormentado de modo
crudelísimo. Sus padres ya habían intentado de todos los medios a fin de
arrancarlo de aquel estado y todos se habían revelado inútiles. Al final, se acordaron
de recurrir en tal extremo a la Medalla de San Benito. Dieron de beber al
muchacho un poco de agua en que habían sumergido el objeto sagrado. Mal el
muchacho llevó la bebida a los labios, he aquí que el demonio entró nuevamente
atormentar a su víctima con tal extraordinario furor, que inspiró terror a
todos los presentes, pero luego los padres del poseso comenzaron a
tranquilizarse, pues, oyeron al demonio decir por la boca de su hijo que se
sentía dominado por un poder superior y que saldría del cuerpo del muchacho a
las tres horas de la madrugada. El aviso de hecho correspondía a la realidad,
pues, el enemigo infernal salió a la hora que había anunciado y el joven
recuperó paz del alma y salud de cuerpo. El episodio produció en toda Francia
una gran conmoción y un aumento de la devoción a la Medalla de San Benito.
Gloriosísimo San
Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, dígnate de librarnos
de todas las posesiones demoníacas, de todas las obsesiones diabólicas, de las
tentaciones del demonio, de las paranoias diabólicas, de toda infestación
diabólica en nuestra casa, en nuestro local de trabajo y de todos los males del
cuerpo y del alma.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA POSESA DEL DEMONIO
En la misma Ciudad de
Luchon, en la misma época en que el joven fue liberado del demonio, una
muchacha estaba dominada por el espíritu maligno de un modo tan irresistible,
que su lengua no cesaba de proferir palabras obscenas, impuras. Decían que el
demonio había establecido morada en los labios de aquella víctima. Para
librarla de la violencia que le hacía el enemigo de toda virtud, le presentaron
también para beber agua santificada por el contacto con la Medalla de San
Benito. Inmediatamente cesó la presión en que vivía y desde entonces, no más
violó en sus conversaciones las reglas de la moral cristiana.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO SANÓ LA LLAGA DE UN HOMBRE
En el mismo año de 1665,
un hombre tenía en el brazo una llaga tan grande y tan envenenada, que no cedía
remedio alguno. Ocurrió entonces el recuerdo de colocarse la Medalla de San
Benito sobre el brazo enfermo juntamente con el habitual curativo. Al día
siguiente, al removerse el vendaje, se verificó que la llaga estaba con buen
aspecto y al cabo de algunos días cicatrizó enteramente.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO CURÓ A UN ENFERMO
Aún por la misma época,
llegó otro enfermo a un estado tan desesperado, que los socorros de la medicina
eran impotentes para aliviarlo. En esa extremidad, manifestó deseos de beber un
poco de agua en que estuviera por algunos momentos sumergida la Medalla, la
Medalla de San Benito. Y en breve recobró perfecta salud.
Glorioso San Benito,
por tu Medalla y por la oración en ella grabada, concédenos la gracia de ser
libres de todos los males del alma y del cuerpo, sean ellos producidos por
nuestros pecados, por el demonio o simplemente males de orden natural y danos
gozar siempre perfecta salud del cuerpo y del alma.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO EXPULSÓ A LOS ESPÍRITUS MALIGNOS DE UN CASTILLO
En el año de 1666, el
Castillo de Mello, situado a algunas leguas de Besançon, era infestado por
demonios. Los moradores pasaban por sustos contínuos en consecuencia de rumores
extraños que se oían y hasta los animales eran diseminados por molestias
desconocidas. Se tornó tan grande el terror que fue al final abandonado el
edificio. Algunas personas piadosas aconsejaron entonces que se suspendiesen en
diversos lugares en las paredes del Castillo, la Medalla de San Benito. La
confianza de las personas fue justificada, pues, desapareció instantáneamente
la causa de tantos terrores. En la residencia fue restituida la paz y desde
entonces, sus habitantes pudieron vivir allí sin cualquier inquietación.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA ALDEA DE INCENDIOS PROVOCADOS POR DEMONIOS
En 1665, una aldea de
Lorraine era asolada por frecuentes incendios. A cada día, alguna nueva casa
era destruida por las llamas y nadie podía determinar la causa de los
siniestros. Ya 12 casas habían sido sucesivamente quemadas, cuando
desesperados, los habitantes del local fueron a pedir socorro en una Abadía
próxima. Les dieron allí algunas Medallas de San Benito, aconsejándoles que las
suspendiesen en las paredes de las casas que hasta entonces habían sido
ahorradas. Los habitantes de la aldea siguieron a raya el consejo y desde
entonces, sus moradas no más precisaron temer los incendios que tantos estragos
habían causado.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO SANÓ A UNAS VACAS ENFERMAS
En la región de Borgoña,
brotaba en el ganado una epidemia tan violenta que las vacas envés de leche,
daban sangre. Pero los animales recuperaron la salud luego que les fue dado de
beber agua en que había sido sumergida la Medalla de San Benito. Ese hecho
también sucedió en el año de 1666.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO SALVÓ EL NEGOCIO DE UN ALFARERO
El propietario de una
alfarería se quejaba de no poder más cocer su barro por mayores que fuesen los
cuidados de sus empleados en el calentar el horno. Se clavó entonces en las
paredes de la construcción la Medalla de San Benito y desde entonces, el fuego
adquirió nuevamente toda la eficacia, nunca más reapareciendo el fenómeno
maléfico.
Gloriosísimo San
Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, dígnate de librarnos
de todas las infestaciones diabólicas en nuestras casas, en nuestros locales de
trabajo, en nuestros animales de estimación y animales de servicio, en nuestros
autos, en nuestros bosques, nuestros barrios, ciudades y países, y danos
siempre la gracia de ser protegidos de toda interferencia de Satanás y de los
demonios en nuestra vida, en nuestros bienes, en nuestras familias. Así sea.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO CURÓ A UNA MUJER DE UNA HEMORRAGIA NASAL
En los primeros días de
Julio de 1843, una señora que se trataba en las aguas de Néris, fue súbitamente
atacada por una fuerte hemorragia nasal. Llamado el médico, él reconoce el
peligro del caso, pero los remedios que receta para estancar la hemorragia
parecen aún más activarla. Tres días después, alrededor de las nueve horas de
la noche, aumenta visiblemente el peligro y el médico no puede dejar de
manifestar una viva preocupación. La dueña de la hospedaría sale afligida de la
habitación de la enferma y como por inspiración pregunta si alguien allí
tendría la Medalla de San Benito. Por felicidad, aparece una en la hospedaría.
La enferma, mujer de fe viva, acepta la Medalla e inmediatamente se estanca la
sangre. Lava enseguida las manos y el rostro y se prepara para dormir, cosa que
durante tres días y dos noches no pudiera hacer. Al volver para casa la persona
que había dado la Medalla, encontró una carta fechada de Roma en el día 3 de
Julio de 1843 en la cual se le decía: “Aún no pude encontrar el libro del Benedictino
de Praga. Entretanto, ahí va un folleto sobre el mismo tema que me dieron los
Benedictinos de Roma. Mira, en la enumeración que aquel folleto hace de los
efectos milagrosos de la Medalla de San Benito, se lee entre otros: es remedio
eficacísimo para las pérdidas de sangre esta Medalla.”
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO CURÓ A UNA JOVEN DE LA FIEBRE TIFOIDEA
Más o menos por la
misma época, una joven atacada por una fiebre tifoidea, estaba obligada hace
unos 10 días a permanecer sentada en un sillón, siendo insoportable para ella
la posición horizontal del lecho. Las nueve horas de la noche, un amigo de la
familia viniendo a visitarla, le habla de las Medallas de San Benito y le deja
caer una sobre el lienzo. Ni cinco minutos se habían pasado y ya la enferma se
extendía en el lecho, y en el día siguiente, habiendo pasado una noche de
profundo sueño, se sintió liberada de la fiebre terrible que hasta entonces
resistiera a todos los recursos médicos
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO SANÓ EL DOLOR DE DIENTE
En Enero de 1849, en
una Ciudad de Francia, un Sacerdote de la Compañía de Jesús, Jesuita, se
presenta en la casa de una persona, la cual venía pedir socorro para un dolor
de dientes que se tornara intolerable. Le hablan de la Medalla de San Benito y
después de algunas palabras de explicación, el enfermo acepta una. En el
momento en que la Medalla le toca la mano, él suelta un grito como si le
hubiesen arrancado un diente y articula distintamente estas palabras: “Se me
quebró el diente.” Llevando de inmediato los dedos en la boca, verifica que el
diente está en su lugar, pero el dolor había desaparecido.
Glorioso San Benito,
por tu Medalla y por la oración en ella grabada, te pedimos, líbranos de todas
las enfermedades del cuerpo y del alma, de todos los males que nos puedan
afligir y a nuestros familiares y danos la gracia de gozar perfecta salud para
servir a Dios y junto contigo, alabarlo todos los días de nuestra vida en
completa paz y prosperidad divina.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO CAUSA TERROR A SATANÁS
En el año de 1858, en
un distrito del departamento de Vienne, en Francia, había una reunión de amigos
en que un conocido muchacho tomó parte y en ella se habló al respecto de mesas
giratorias y algunas personas presentes contaron que en el año precedente,
experiencias del género habían alcanzado mucho suceso. Habiendo aparecido en
esa conversasión algunos incrédulos, quedó combinado que en el día siguiente se
haría al mediodía una sesión de aquellas. A pesar de que algunos tenían ciertos
remordimientos de conciencia, todos con todo se reunieron en la hora marcada y
con temeridad metieron las manos a la obra observando exactamente las
condiciones costumbreras. Después de dos horas de tentativas, se desvaneció la
última esperanza de suceso y los amigos se irían separarse buscando descubrir
la causa de tal incomún mutismo. Una muchacha que participara de la reunión,
ponderó que algunas Medallas que traía consigo,
notadamente la de San Benito, bien podrían tener relación con el
malogro. Se combinó entonces en hacer otra sesión en el otro día siguiente a
las ocho de la noche. Esta vez, la joven dejó en casa todas las Medallas, pero
así desarmada, no quiso tomar parte activa en la sesión conservándose alejada
en un rincón de la sala. Al cabo de media hora en lo máximo, algunos
extremecimientos se hicieron sentir y la mesa comenzó a rechinar, lo que hacía
prever luego que ella iría moverse por sí. Un médico propuso que ella cuando
quisiese hablar, diese con una pata dos golpes para decir “Sí” y una para decir
“No”. Con efecto, ella no tardó a elevarse en el aire con gran satisfacción de
los asistentes que comenzaron a interrogarla, inicialmente a respecto de temas
frívolos y después a respecto de su silencio en la víspera. Pregunta: “¿Por qué
no quisiste responder ayer? ¿Sería porque la joven tal estaba con la Medalla de
Nuestra Señora?”. Respuesta de la mesa: “No”. “¿Sería porque ella estaba con la
de San Benito?”. Respuesta de la mesa: “Sí”, dos golpes bien fuertes. Pregunta:
“¿La Medalla de Nuestra Señora no podría impedirte de venir?”. Respuesta: “No”.
Es preciso notar que en verdad todos los cirscuntantes traían consigo Medallas
de Nuestra Señora o Escapularios. Se pasó a otras preguntas: “¿Cómo te
llamas?”. La mesa fue entonces parando como si convencionara sobre cada una de
las letras del alfabeto correspondiente a la palabra que quería exprimir,
indicando sucesivamente S, A, T. Esas letras quitaron toda duda y cada uno
adivinó “Satanás” antes que la mesa terminase la palabra. Muchas personas se
retiraron de la rueda llenas de terror, otras más temerarias prosiguieron las
interrogaciones. Fueron hechas a la mesa algunas preguntas religiosas o
científicas sobre las cuales la mesa guardó completo silencio. Dos veces se
echó de todo por tierra con un movimiento espontáneo, después que continuó
girando. Preguntó alguien: “¿Querrás volver mañana?”. La mesa respondió
afirmativamente. Y la misma persona preguntó a qué horas desearía. La mesa dio
12 golpes. “¿Será al mediodía?”. La mesa respondió “No”. “¿A medianoche?”.
“Sí”. Tales respuestas a parte de muchas otras que sería por demás largo
transcribir aquí, producieron viva impresión en los asistentes, haciendo en
ellos desaparecer cualquier duda sobre acerca del misterioso agente que se
exprime sobre las mesas giratorias. La sesión ya se prolongaba hasta las once
horas de la noche y todos se retitaron tomando cada cual la resolución de andar
siempre de ahí en adelante con la Medalla de San Benito. Hubo personas que se
espantaron en el presente episodio por el hecho de que Dios ha querido operar
por medio de la Medalla de San Benito y no por la de Nuestra Señora que ejerce
incontestablemente un poder más extenso que la de todos los Santos juntos. Esas
personas no reflexionaron que tal raciocinio acabaría por aniquilar el recurso
a los Santos, ellas precisarían comprender que así como el propio Dios muchas
veces nos concede sólo por medio de María ciertos favores que le habíamos
pedido directamente sin ser atendidos, así también María se digna de no llevar
a mal que nosotros alcancemos por medio de los Santos socorros cuya concesión
de Ella depende.
Gloriosísimo San
Benito, por tu Medalla y por la oración en ella grabada, te pedimos, concédenos
la gracia de ser protegidos de todos los engaños y embustes diabólicos, que nos
apartemos de toda especie de espiritismo, de evocación de las fuerzas de las
tinieblas, hechicerías, para que seamos fieles a nuestra santa fe católica y
caminemos cada día más en el camino de la verdad, del bien, del evangelio y de
la gracia de Dios.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA CASA INFESTADA DE DEMONIOS
A poca distancia de
Rennes, una casa que servía al mismo tiempo de bar y salón de billar, era
habitada y dirigida por una familia cristiana. Pero extraños síntomas de
presencia diabólica de repente se hicieron sentir. Aún cuando no había gente en
el salón de juego, se oye ruidos y voces que imitaban a un numeroso agrupamiento
de jugadores. Los muebles se mudaban de lugar en la casa sin que nadie tocase
en ellos. Las puertas se abrían y se cerraban solitas, y un ruido extraño se
hacía oír en las camas de las diversas habitaciones. En una noche de Navidad,
habiendo la criada subido al sótano que residía, a fin de prepararse para ir a
la Misa del Gallo, encontró el aposento lleno de humo denso en medio del cual
se agitaba alguna cosa medio indefinida. La criada soltó un grito, salió precipitadamente
y cayó desmayada. Los moradores de la casa andaban continuamente aterrorizados por
tan extraños fenómenos. Ya habían mandado rezar muchas Misas por las almas, ya
habían solicitado las oraciones rituales de la Iglesia para bendiciones de casas
mal asombradas y el flagelo hasta entonces no cesaba de ningún modo. El único
remedio sería mudarse de aquella casa que era de construcción reciente y en la
cual los moradores habían esperado encontrar un alojamiento cómodo y agradable.
Una mujer piadosa habló de la Medalla de San Benito y aconsejó a los moradores
que recurriesen a ella. De inicio, fue clavada una en cada puerta de la casa e
inmediatamente cesó todo barullo, pero nadie había pensado en colocar la señal
de la salvación en la entrada de la bodega y toda la malicia de los demonios
pareció haberse refugiado en aquel lugar. Tal era el estruendo y tal era el
desorden que allí reinaban. Allí también pusieron la Medalla y por fin la
influencia diabólica dejó completamente la casa. Pero no lo hizo sin vengarse,
porque la persona que nos relató estos hechos que ocurrieron en 1861, cayó de
repente en una cruel obsesión del demonio siendo duramente afligida en el
cuerpo y en el alma. Consiguió al final alivio siguiendo el consejo del
confesor, que le recomendó que se revistiese de coraje contra el demonio
pronunciando frecuentemente contra él los Santísimos Nombres de Jesús, María y
José. Incluso así el flagelo no pasó, la única cosa que pudo librar a la pobre
muchacha de la obsesión diabólica fue la recitación contínua de la oración de
San Benito que está en la Medalla.
CÓMO
LA MEDALLA DE SAN BENITO LIBRÓ A UNA COMUNIDAD RELIGIOSA DE LOS ATAQUES DE LOS
DEMONIOS
En 1863, en una
comunidad religiosa que mantiene un pensionado, se notó que los vidrios de las
lámparas se iban quebrando alternadamente en el salón de estudio y en el
dormitorio. En el refectorio, las copas de las hermanas conversas igualmente
aparecían quebradas dentro de las gavetas y ninguna vigilancia podía descubrir
la causa de tal desorden que se repetía diariamente. Varias semanas se
prolangaba esa situación cuando ocurrió a las hermanas el recuerdo de recurrir
a la Medalla de San Benito. Colocaron la Medalla en las lámparas y en las
gavetas e inmediatamente cesaron allí los accidentes, pero cosa espantosa, los vidrios
de las lámparas de los corredores y de los otros cómodos de la casa fueron por
su vez atacados por los demonios, recomenzando el quiebra-quiebra. Este
quiebra-quiebra solamente tuvo fin cuando las hermanas resolvieron emplear el
mismo recurso que tanto éxito tuviera en el salón de estudio y en el
refectorio, colocando las Medallas en las lámparas. Desde entonces, todo cesó.
Glorioso San Benito,
por tu Medalla y por la oración escrita en ella, te pedimos, líbranos de todos
los ataques del demonio, de todos los fenómenos misteriosos del demonio en
nuestra casa, en nuestro local de trabajo, nuestros bienes, nuestros cuerpos y
nuestras almas. Haznos vivir continuamente debajo de tu protección, sirviendo
al Señor y a Nuestra Madre Santísima todos los días en completa salud,
tranquilidad y paz.
ORACIÓN
FINAL
Hubo un varón de vida
venerable, Benito, tanto por la gracia cuanto por el nombre. Dejó la casa y los
bienes paternos, y en el deseo de agradar solamente a Dios procuró el santo hábito
del monaquismo. Demos gracias al Señor que en Su bondad nos muestra el camino
de la vida. Oh Dios, que hiciste del Abad San Benito preclaro maestro en la
escuela de tu servicio, concede que nada prefiriendo a tu amor, corramos de
corazón dilatado en el camino de tus Mandamientos. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, en la
unidad del Espíritu Santo. Amén.
San Benito, ruega por
nosotros.
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