EL DEMONIO, EL MUNDO Y LA CARNE
“Yo no le tengo tanto miedo al demonio, al mundo le tengo más miedo, pero nuestro peor enemigo es nuestra propia carne.”
San Agustín de Hipona
LOS TRES ENEMIGOS DEL ALMA
El demonio, el mundo y la carne son los tres enemigos del alma, es decir, los obstáculos que cada hombre debe superar para alcanzar la bienaventuranza eterna. Cada persona traba su propia batalla: algunos contra el demonio, otros contra el mundo, otros contra la carne y en ciertos casos, otros contra los tres al mismo tiempo. Veamos algunas citas de las Sagradas Escrituras sobre estos tres terribles enemigos:
“Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo, el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar.”
Primera Carta de San Pedro Apóstol sobre el demonio. (cap. 5)
“No amen al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no ama al Padre.”
Primera Carta de San Juan Apóstol sobre el mundo. (cap. 2)
“Hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir según la carne, porque si ustedes viven conforme a tales inclinaciones, morirán.”
Carta de San Pablo Apóstol a los Cristianos de Roma sobre la carne. (cap. 8)
Como hemos visto en las citas anteriores, Dios por medio de Su Iglesia nos enseña a huir de tales enemigos. En esta sección veremos explayado más sobre quiénes son nuestros enemigos y cómo debemos huir de ellos si queremos alcanzar la salvación eterna.
LA
CARNE
Es sin duda alguna, el
mayor y peor enemigo del alma, porque es el primer enemigo en levantarse como
un gran muro. El demonio y el mundo son enemigos externos, están fuera
del alma; en cambio, la carne es un enemigo interno, estará impregnada al alma
hasta que el cuerpo suspire el último aliento. Por eso, San Agustín no dudó en
decir cual era el peor de los tres enemigos del alma, la carne. Veamos citas de
las Sagradas Escrituras acerca de la carne:
“Cuando
los hombres comenzaron a poblar la tierra y tuvieron hijas, los hijos de Dios
vieron que esas mujeres eran hermosas. Entonces, escogieron entre todas ellas,
y se casaron con las que quisieron. Pero el Señor dijo: No dejaré que el hombre
viva para siempre, porque él no es más que carne. Así que vivirá solamente 120
años. Los gigantes aparecieron en la tierra cuando los hijos de Dios se unieron
con las hijas de los hombres para tener hijos con ellas, y también después.”
Libro
del Génesis (cap. 6)
Así
sucedió que cuando en aquellos días se multiplicaron los hijos de los hombres,
les nacieron hijas hermosas y bonitas, y los vigilantes, hijos del Cielo, las
vieron y las desearon, y se dijeron unos a otros: Vayamos y escojamos mujeres
de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos. Entonces, Shemihaza, que
era el jefe de los vigilantes, les dijo: Temo que no quieran cumplir con esta
acción y sea yo el único responsable de un gran pecado. Pero ellos respondieron:
Hagamos todos un juramento y comprometámonos todos bajo una maldición a no
retrodecer en este proyecto hasta ejecutarlo realmente. Y eran en total 200 los
que descendieron sobre la cima del monte que llamaron ‘Hermón’, porque sobre él
habían jurado y se habían comprometido mutuamente bajo maldición. Estos son los
nombres de sus jefes: Shemihaza, quién era el principal y en orden con relación
a él, Artaqof, Ramael, Kokabel, El, Ramael, Daniel, Zequiel, Baraquiel, Asael,
Harmoni, Matrael, Ananel, Satoel, Shamisiel, Sahariel, Tumiel, Turiel, Yomiel y
Yehadiel. Estos son los jefes de decena. Todos y sus jefes tomaron para sí
mujeres y cada uno escogió entre todas y comenzaron a entrar en ellas y a
contaminarse con ellas; a enseñarles la brujería, la magia y el corte de raíces
y a enseñarles sobre las plantas. Quedaron embarazadas de ellos y parieron
gigantes.”
Libro
del Profeta Enoc (cap. 2)
Obs:
El libro de Enoc sobrevivió al diluvio por medio de Noé, su bisnieto. Fue el
primer Profeta del Señor y el primero en andar por recto camino. El Señor lo
arrebató al igual que al Profeta Elías. Los Apóstoles y los primeros Cristianos
tenían acceso al libro de Enoc, tal era así que se puede leer al respecto en
las cartas de San Pedro Apóstol, primer Papa y de San Judas Tadeo Apóstol. Por
el Siglo IV, el libro de Enoc fue sacado de la Biblia y son pocos los que
tienen hoy acceso a ella. Veamos lo que dice la carta de San Judas Tadeo al
respecto:
“A
los ángeles que no conservaron su debido puesto, sino que dejaron su propio
hogar; Dios los retiene en prisiones oscuras y eternas para el día del gran
juicio. Lo mismo que esos ángeles, también Sodoma y Gomorra y las ciudades
vecinas se entregaron a la prostitución, y se dejaron llevar por los vicios de
la carne. Por eso sufrieron el castigo del fuego eterno y quedaron como
advertencia para todos.
También
Enoc, que fue el séptimo desde Adán, habló proféticamente cuando dijo acerca de
esa gente: “Vi al Señor que venía con miles y miles de Sus Ángeles, a juzgar a
todos los hombres y a condenarlos por todo el mal que cometieron.”
Carta
de San Judas Tadeo Apóstol (cap. 1)
En el libro de Enoc
también se narra el triste fin de esos ángeles, también llamados hijos de Dios,
hijos del Cielo, vigilantes. Estos ángeles que en el principio aceptaron al
Verbo y a Su Madre cuando el Señor los puso a prueba, tuvieron por misión ser
los vigilantes de los hombres, es decir, tomar forma humana para ampararlos y
protegerlos. Pero tuvieron la desgracia de que al tomar un cuerpo mortal como
los humanos, fueron tentados por los ángeles caídos del principio, y cayeron en
el pecado de la carne. Después de esos tristes sucesos de antaño, Dios ya no permitió
que los Ángeles tomasen cuerpo mortal permanentemente para que no sean tentados
por la carne. Los vigilantes después de sus pecados carnales, ya no pudieron
volver al Paraíso. Por eso, hicieron una petición a Enoc, de que él pidiera por
ellos y rogase a Dios que se los perdonase. Veamos el triste fin de esos
ángeles vigilantes:
“El
Señor dijo a Enoc: ‘No temas Enoc, hombre justo, escriba de justicia; acércate
y escucha mi voz. Ve y dile a los vigilantes del Cielo que te han enviado a
suplicar por ellos: A ustedes corresponde interceder por los humanos y no los
humanos por ustedes. ¿Por qué han abandonado el Cielo alto, santo y eterno? Se
han acostado con mujeres y se han profanado ustedes mismos con las hijas de los
hombres y tomado por esposas como los hijos de la tierra y han engendrado hijos
gigantes. Ustedes que fueron santos espirituales viviendo una vida eterna, se
han manchado con la sangre de las mujeres y han engendrado con la sangre de la
carne, y como los hijos del hombre han deseado después carne y sangre como
aquellos que mueren y perecen. Por eso Yo les he dado a ellos mujeres para que
las fecunden y engendren hijos por ellas, y para que así no falten ellos sobre
la tierra. En cuanto a ustedes, fueron primero espirituales, viviendo una vida
eterna, inmortal por todas las generaciones del mundo; por eso no se les han
atribuido mujeres, pues la morada de los espíritus del Cielo es el Cielo’. Luego
me fue mostrado un profundo abismo entre columnas de fuego celeste, y vi en él
columnas de fuego que descendían al fondo y cuya altura y profundidad eran
inconmensurables. Después Sariel me dijo: ‘Aquí estarán los vigilantes que se
han conectados por su propia cuenta con mujeres. Sus espíritus asumiendo muy
diversas apariencias se han corrompido y han descarriado a los humanos para que
sacrifiquen a demonios y dioses, hasta el día del gran juicio, en que serán
juzgados y encontrarán su final. En cuanto a sus mujeres, las que fueron
seducidas por los vigilantes, se volverán sosegadas. Yo, Enoc, solo he visto la
visión, el final de todas las cosas y ningún humano ha visto lo que yo he
visto. He aquí los nombres de los Santos Ángeles que vigilan el mundo: Uriel,
Rafael, Rauel, Miguel, Sariel, Gabriel y Remeiel.”
Libro
del Profeta Enoc (cap. 15-20)
”Yo soy
Rafael, uno de los siete ángeles que están al servicio del Señor y que pueden
entrar ante su presencia gloriosa.” (Libro de Tobías, cap. 12). En el libro de Enoc se menciona a los siete Ángeles que
están delante de la presencia del Señor, que son los nombres mencionados arriba.
Empezaba
a anochecer cuando dos Ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la
entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía gente. Cuando los vio,
se levantó a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente y les
dijo: Señores, por favor, les ruego que acepten pasar la noche en la casa de su
servidor. Allí podrán lavarse los pies, y mañana temprano seguirán su camino.
Pero ellos dijeron: No, gracias. Pasaremos la noche en la calle. Sin embargo,
Lot insistió mucho y, al fin, ellos aceptaron ir con él a su casa. Cuando
llegaron, Lot les preparó una buena cena, hizo panes sin levadura, y los
visitantes comieron. Todavía no se habían acostado, cuando los hombres de la
ciudad de Sodoma rodearon la casa y, desde el más joven hasta el más viejo,
empezaron a gritarle a Lot: ¿Dónde están los hombres que vinieron a tu casa
esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos acostarnos con ellos! Entonces Lot salió a
hablarles y, cerrando bien la puerta detrás de él, les dijo: Por favor amigos
míos, no vayan a hacer una cosa tan perversa. Yo tengo dos hijas que todavía no
han estado con ningún hombre; voy a sacarlas para que ustedes hagan con ellas
lo que quieran, pero no les hagan nada a estos hombres, porque son mis
invitados. Pero ellos contestaron: ¡Hazte a un lado! Sólo faltaba un extranjero
como tú nos quisiera mandar. ¡Pues ahora te vamos a tratar peor que a ellos! Enseguida
comenzaron a maltratar a Lot y se acercaron a la puerta para echarla abajo,
pero los visitantes de Lot alargaron la mano y lo metieron dentro de la casa;
luego cerraron la puerta, e hicieron quedar ciegos a los hombres que estaban
afuera. Todos, desde el más joven hasta el más viejo, quedaron ciegos, y se
cansaron de buscar la puerta. Entonces los visitantes dijeron a Lot: ¿Tienes
familiares aquí? Toma a tus hijos, hijas y yernos, y todo lo que tengas en esta
ciudad; sácalos y llévatelos lejos de aquí, porque vamos a destruir este lugar.
Ya son muchas las quejas que el Señor ha tenido contra la gente de esta ciudad,
y por eso nos ha enviado a destruirla.”
Libro
del Génesis (cap. 19)
“Judá
tomó para Er, su primogénito, una mujer llamada Tamar. Er, primogénito de Judá,
fue malo a los ojos de Yahvé, y Yahvé le mató. Entonces dijo Judá a Onán: Entra
a la mujer de tu hermano, y tómala como cuñado que eres, para suscitar
descendencia a tu hermano. Pero Onán, sabiendo que la descendencia no era suya,
cuando entraba a la mujer de su hermano, se derramaba en tierra para no dar
descendencia a su hermano. Era malo a los ojos de Yahvé lo que hacía Onán, y le
mató también a él.”
Libro
del Génesis (cap. 38)
Obs:
Derramarse por tierra es un pecado grave ante Dios, porque es un acto contra la
naturaleza y ofende el fin del acto de procreación. Muchos Padres de la Iglesia
llamaban a la masturbación en el pasado de “Onanismo”, porque quién comete tal
acto, también derrama por tierra su semilla al igual que Onán. La masturbación,
que más adelante citaremos, en un pecado mortal contra Dios.
“Una
tarde, al levantarse David de su cama, fue a pasearse por la azotea del palacio
real, vio desde allí a una mujer muy hermosa que se estaba bañando. Esta mujer
estaba apenas purificándose de su periódo de menstruación. David mandó que
averiguaran quién era ella, y le dijeron que era Betsabé, hija de Eliam y esposa
de Urías el hitita. David ordenó entonces a unos mensajeros que se la trajeran,
y se acostó con ella, después de lo cual ella volvió a su casa. La mujer quedó
embarazada, y así se lo hizo saber a David.”
Segundo
Libro del Profeta Samuel (cap. 11)
“Absalón,
hijo de David, tenía una hermana muy hermosa llamada Tamar. Y sucedió que
Amnón, hijo también de David, se enamoró de ella a tal grado que acabó por
enfermarse de angustia, pues como su hermana Tamar no había tenido aún
relaciones con ningún hombre, él encontraba muy difícil hacerle algo. Pero
Amnón tenía un amigo muy astuto llamado Jonadab. Un día Jonadab le preguntó:
¿Qué te pasa príncipe? ¿Por qué estás cada día desmejorado? ¿No me lo vas a
contar? Amnón respondió: Es que estoy enamorado de Tamar, la hermana de mi
hermano Absalón. Entonces Jonadab le aconsejó: Métete en la cama y hazte el
enfermo, y cuando vaya a verte tu padre, dile que, por favor, mande a tu
hermana Tamar para que te dé de comer y prepare alguna comida allí mismo, para
que tú la veas y comas lo que ella te dé. Amnón se metió en la cama y se hizo
del enfermo, y cuando el rey fue a verlo, Amnón le dijo: ¡Por favor! Que venga
mi hermana Tamar y haga aquí mismo un par de tortas, y que ella misma me sirva.
Entonces David mandó a Tamar a la casa y le dijo: Ve, por favor, a la casa de
tu hermano Amnón, y prepárale algo de comer. Tamar fue a casa de su hermano
Amnón, que estaba acostado. Y tomó ella harina y la amasó, y allí mismo preparó
las tortas y las coció; luego tomó sartén y le sirvió las tortas; pero Amnón no
quiso comer y ordenó que salieran todos los que estaban allí. Cuando todos ya
habían salido, Amnón le dijo a Tamar: Trae la comida a mi habitación y sírveme
tú misma. Tamar tomó las tortas que había hecho y se las llevó a su hermano
Amnón a su habitación, pero cuando se las acercó para que comiera, él la sujetó
y le dijo: Ven hermana mía, acuéstate conmigo. Ella respondió: No hermano mío,
no me deshonres, porque esto no se hace en Israel. ¡No cometas tal infamia! ¿A
dónde podría ir yo con mi vergüenza? Y por lo que a ti toca, serías condenado en
Israel como un necio. Te ruego que hables con el rey, que él no se opondrá a
que yo sea tuya. Amnón no quiso hacerle caso, y como era más fuerte que Tamar,
la forzó y se acostó con ella. Pero fue tal el odio que Amnón sintió después
hacia ella, que terminó aborreciéndola más de que la había amado.”
Segunda Libro del Profeta Samuel (cap. 13)
Obs: Amnón después de violar a Tamar, la repudió y la echó fuera de su casa.
Tamar desconsolada, se puso vestiduras grises y se puso ceniza en su cabeza.
Absalón, hermano mayor de Tamar, poseído de ira por lo que sucedió, mató a su
hermano Amnón. Así, Amnón se condenó eternamente por dejarse dominar por sus
pasiones carnales.
“Vivía en Babilonia un hombre que se llamaba
Joaquín. Estaba casado con una mujer llamada Susana, hija de Hilquías, que era
muy bonita y respetuosa del Señor. Sus padres eran rectos y la habían educado
de acuerdo con la ley de Moisés. Joaquín era muy rico, y junto a su casa tenía
un jardín con árboles, y como era el hombre más importante de todos, los judíos
tenían la costumbre de reunirse en su casa.
Aquel año habían sido nombrados jueces dos
ancianos del pueblo. Pero eran aquellos de quiénes dijo el Señor: ‘La maldad
apareció en Babilonia por obra de ancianos y jueces que sólo en apariencia
guiaban al pueblo’. Estos hombres iban con frecuencia a la casa de Joaquín, y
todos los que tenían algún pleito acudían a ellos.
A mediodía, cuando la gente se iba, Susana
acostumbrada salir a pasear al jardín de su esposo. Los dos ancianos, que todos
los días la veían salir a pasear, se llenaron de pasión por ella, y tuvieron
pensamientos perversos; no volvieron a tener en cuenta a Dios ni se acordaron
de lo que es la rectitud. Ambos estaban llenos de pasión por ella, pero no se
manifestaron el uno al otro su tormento, porque les daba vergüenza descubrir sus
deseos de tener relaciones con ella. Y todos los días buscaban impacientes la
ocasión de verla.
Una vez se dijeron el uno al otro: ‘Vámonos a
casa, que ya es hora de comer’. Y cada uno se fue por su lado. Pero ambos
regresaron y se encontraron de nuevo en el mismo sitio. Se preguntaron uno a
otro por qué lo habían hecho, y ambos se confesaron los malos deseos que
tenían. Entonces se pusieron de acuerdo para buscar un momento en que pudieran
encontrar a solas a Susana.
En cierta ocasión, mientras esperaban el día
oportuno, Susana fue al jardín como de costumbre, acompañada solamente de dos
muchachas. Y tuvo deseos de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor.
Fuera de los dos ancianos, que estaban escondidos espiándola, nadie más había
allí. Susana les dijo a las muchachas: ‘Tráiganme aceite y perfumes, y cierren
las puertas del jardín, porque voy a bañarme’. Ellas hicieron lo que les mandó;
cerraron las puertas del jardín y salieron por una puerta lateral para traer lo
que les había encargado. Como los ancianos estaban escondidos, no los vieron.
Apenas se fueron las muchachas, salieron
corriendo los dos viejos hacia ella y le dijeron: ‘Mira, las puertas del jardín
están cerradas; nadie nos ve. Estamos llenos de pasión por ti; acepta y
entrégate a nosotros. De lo contrario, te acusaremos de que un joven estaba
contigo, y que por eso mandaste salir a las muchachas. Susana echó a llorar y
dijo: ‘¡No tengo salida! Si hago lo que ustedes me proponen, seré condenada a
muerte, y si me resisto, no podré escapar de sus manos. Pero prefiero resistirme
y caer en sus manos, antes que pecar contra el Señor’.
Entonces Susana gritó con todas sus fuerzas, y
también los dos viejos gritaron. Uno de los dos corrió y abrió las puertas del
jardín. Al oír que gritaban en el jardín, la gente de casa vino corriendo por
la puerta lateral para ver qué sucedía. Y cuando los viejos contaron su cuento,
la gente de servicio se llenó de vergüenza, porque nunca habían oído decir cosa
semejante de Susana.
Al día siguiente, cuando el pueblo se reunió en
la casa de Joaquín, el esposo de Susana, vinieron los dos viejos con el malvado
plan de hacer que la mataran. Y dijeron delante del pueblo: ‘Manden traer a
Susana, la hija de Hilquías y esposa de Joaquín’. Y la hicieron venir. Ella se
presentó acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes.
Susana era una mujer delicada y bonita. Como estaba cubierta con un velo,
aquellos malvados le ordenaron que se lo quitara para poder darse el gusto de
contemplar su belleza. Pero todos los de su familia, y sus amigos, y todos los
que la veían, lloraban.
Entonces los dos viejos, de pie en medio de la
gente, pusieron las manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó
los ojos hacia el cielo, porque su corazón confiaba en el Señor. Los viejos
dijeron: ‘Mientras estábamos solos paseando por el jardín, llegó esta mujer con
dos muchachas, hizo cerrar las puertas del jardín y despidió a las muchachas.
Inmediatamente se acercó un joven que había estado escondido, y ella se le
entregó. Nosotros estábamos en un rincón del jardín, y cuando vimos esta
maldad, fuimos corriendo adonde ellos estaban. Los vimos abrazados, pero no
pudimos agarrar al joven, porque era más fuerte que nosotros y abrió las
puertas y se escapó. Entonces la agarramos a ella y le preguntamos quién era
ese joven, pero no nos quiso decir. Esto lo declaramos como testigos’. El
pueblo que estaba reunido les creyó, pues eran ancianos del pueblo y además
jueces. Así la condenaron a muerte.
Entonces Susana gritó con todas sus fuerzas:
‘¡Dios Eterno, que conoces las cosas ocultas, que sabes todo antes de que
suceda, tú sabes que estos hombres han declarado falsamente contra mí! ¡Mira
que voy a morir, a pesar de no haber hecho ninguna de las cosas que han
inventado contra mí estos malvados!’ El Señor escuchó los gritos de Susana. Y
mientras la llevaban para matarla, Dios despertó el Espíritu Santo en un joven
que se llamaba Daniel, el cual gritó con todas sus fuerzas: ‘¡Yo no me hago
responsable de la muerte de esta mujer!’ Todos se volvieron hacia él, y le
preguntaron: ‘¿Qué significa eso que acabas de decir?’ Él se puso en medio de
ellos y les dijo: ‘¿Son ustedes tan tontos Israelitas, que condenan a una mujer
de nuestro pueblo sin averiguar ni examinar bien el asunto? Vuelvan al juzgado,
porque lo que estos hombres han declarado contra ella es mentira.
Entonces todo el pueblo volvió rápidamente. Y los
otros ancianos le dijeron a Daniel: ‘Ven, siéntate con nosotros e infórmanos,
pues Dios te ha dado el mismo derecho que a los ancianos. Daniel les dijo: ‘Separen
a buena distancia a los dos viejos, y yo les haré un interrogatorio’. Y los
separaron. Entonces mandó llamar a uno y le dijo: ‘Viejo en años y maldad,
ahora van a recaer sobre ti los pecados que cometiste en otro tiempo, cuando
dictabas sentencias injustas condenando a los inocentes y absolviendo a los
culpables, a pesar de que el Señor ha dicho: “No condenes a muerte al hombre inocente
y sin culpa.” Bueno, si de veras la viste pecar, dinos ¿Debajo de qué árbol los
viste juntos?’ Él respondió: ‘Debajo de un castaño’. Y Daniel dijo: ¡Muy bien!
Dijiste una mentira que va a ser tu perdición. ¿Conque debajo de un castaño?
¡Pues el Ángel de Dios ya recibió de Él la orden de castigarte partiéndote en
dos!’
Entonces mandó que se llevaran a éste y trajeran
al otro viejo. Y le dijo: ‘¡Hombre de la raza de Canaán, y no de Judá; la
belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón! Así es como estaban ustedes
haciendo con las mujeres de Israel, y ellas por miedo, se les entregaban. Pero
esta mujer de la tribu de Judá no quiso consentir en la maldad de ustedes.
Ahora dime, ¿Debajo de qué árbol los sorprendiste juntos?’ ‘Debajo de una
encina’, respondió él. Y Daniel le dijo: ‘¡Muy bien! Tú también dijiste una
mentira que va a ser tu perdición. ¿Conque debajo de una encina? ¡Pues el Ángel
de Dios está esperando con la espada lista para dejártela caer encima y rajarte
por la mitad! ¡Así va a matarlos a los dos!’
Entonces todo el pueblo reunido levantó el grito
y bendijo a Dios, que salva a los que confían en Él. Y como Daniel hizo que los
dos viejos mostraran por su propia boca que habían declarado falsamente, todos
se volvieron contra ellos y les aplicaron el mismo castigo, que ellos en su
maldad, pensaban aplicar a Susana; de acuerdo con la ley de Moisés, los
mataron. Y así, aquel día se salvó la vida de una persona inocente. Hilquías y
su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, y lo mismo hicieron Joaquín,
el esposo de ella, y todos sus parientes, porque no se descubrió nada
deshonroso en ella. Y desde aquel día en adelante, Daniel fue muy estimado por
el pueblo.”
Libro del Profeta Daniel (cap. 13)
“Juan anunciaba la buena noticia a la gente,
además, reprendió a Herodes, el gobernante, porque tenía por mujer a Herodías,
la esposa de su hermano, y también por todo lo malo que había hecho.”
Evangelio de San Lucas (cap. 3)
“Ustedes han oído que se dijo: No cometas
adulterio. Pero yo les digo que cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya
cometió adulterio con ella en su corazón.”
Evangelio de San Mateo (cap. 5)
“No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no
tendrán parte: los que se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los
que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los que
roban, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones.”
Primera Carta de San Pablo a los Cristianos de
Corinto (cap. 6)
“No entiendo el resultado de mis acciones: pues
no hago lo que quiero, y en cambio, aquello que odio es precisamente lo que
hago. Pero si lo que hago es lo que no quiero hacer, reconozco con ello que la
ley es buena. Así que ya no soy yo quién lo hace, sino el pecado que está en
mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no reside el bien; pues
aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No hago lo
bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. Ahora bien, si hago
lo que no quiero hacer, ya no soy yo quién lo hace, sino el pecado que está en
mí. Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente encuentro mal
a mi alcance. En mi interior me gusta la ley de Dios, pero en mi carne veo
estar otra ley: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso.
¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? Solamente Dios, a
quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo.”
Carta de San Pablo Apóstol a los Cristianos de
Roma (cap. 7)
“Dios los ha abandonado a sus deseos impuros y
han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la verdad de
Dios, han buscado la mentira, y han honrado y adorado cosas creadas por Dios y
no a Dios mismo, que las creó y que merece la alabanza por siempre. Amén. Por
eso, Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han
cambiado las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza; de la
misma manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y
arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen
acciones vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el castigo merecido por su
perversión. Como no quisieron reconocer a Dios, Él los ha abandonado a sus
perversos pensamientos, para que hagan lo que no deben.”
Carta de San Pablo Apóstol a los Cristianos de
Roma (cap. 1)
“Los que viven según la carne, sólo se preocupan
por la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, se preocupan por las
cosas del Espíritu. Y preocuparse por seguir la carne lleva a la muerte; pero
preocuparse por las cosas del Espíritu lleva a la vida y a la paz. Los que se
preocupan por seguir la carne son enemigos de Dios, porque no quieren ni pueden
someterse a su ley. Por eso, los que viven según la carne no pueden agradar a
Dios.”
Carta de San Pablo Apóstol a los Cristianos de
Roma (cap. 8)
“Así pues hermanos, tenemos una obligación, pero
no es la de vivir según la carne. Porque si viven ustedes conforme a tal
inclinación, morirán; pero si por medio del Espíritu hacen ustedes morir esa
inclinación, vivirán.”
Carta de San Pablo Apóstol a los Cristianos de
Roma (cap. 8)
“Se ha sabido que uno de ustedes tiene como mujer
a su propia madrastra. Este caso de inmoralidad es tan grave que ni siquiera se
da entre los paganos. ¡Y aún se hinchan de orgullo! ¡Deberían llenarse de
tristeza! El hombre que vive en semejante situación debe ser expulsado de entre
ustedes.”
Primera carta de San Pablo Apóstol a los
Cristianos de Corinto (cap. 5)
“En mi otra carta les dije que no deben tener
ningún trato con quiénes se entregan a la prostitución. Y con esto no quise
decirles que se aparten por completo de todos los que en este mundo se entregan
a la prostitución, o son avaros, o ladrones, o idólatras, pues para lograrlo,
ustedes tendrían que salir del mundo. Lo que quise decir es que no deben tener
trato con ninguno que, llamándose hermano, se entregue a la prostitución, o sea
avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón. Con gente así, ni
siquiera comer juntos. No me toca a mí juzgar a los de fuera; Dios será quien
los juzgue. Pero ustedes ya están juzgando a los de dentro. Por eso, quiten a
ese pecador de en medio de ustedes.”
Primera carta de San Pablo Apóstol a los
Cristianos de Corinto (cap. 5)
Estos son algunos ejemplos de las Sagradas Escrituras de lo desagradable
que es el pecado de la carne ante los ojos de Dios. Veamos algunos mensajes que
el Cielo dejó en Sus Apariciones sobre los placeres carnales:
“No caigan en el truco del demonio, que primero
les ofrece los placeres del mundo y de la carne, prometiéndoles una felicidad,
un placer y una vida gloriosa. Pero después, él los introducirá en las llamas
eternas del infierno, donde los atormentará por toda la eternidad. No caigan en
el engaño diabólico de Satanás, rechacen toda tentación de él rezando mucho,
huyendo de todo lo que les lleva al pecado o que provoca el deseo de él en
ustedes, para que ustedes puedan vivir una vida pura y agradable a Dios. Yo
aparecí en muchos lugares de la tierra, pero ellos están desiertos y los
hombres no quieren saber de nada. Tienen tiempo para fornicar, tienen tiempo
para pecar, tienen tiempo para divertirse; sólo no tienen tiempo para venir a
buscar Mis Gracias aquí donde aparezco.”
La Madre de Dios en Jacareí, 15 de junio de 2014.
“Queden sabiendo que por detrás de cada pecado
está Satanás, Mi enemigo. Es a él que prestan culto, alabanza y adoración
cuando pecan, y él se gloría de haberles engañado y seducido. Por eso, no hagan
el juego del enemigo, no cedan a sus tentaciones, resistan con todas sus
fuerzas al pecado, para que se mantengan en Mi Gracia y en Mis Mandamientos. Vengan a
Mí que quiero darles la paz. Vengan a Mi Corazón a beber la paz que Yo tengo
para ofrecerles, beber la alegría y la felicidad, y entonces, no tendrán más
necesidad de los placeres mundanos ni incluso de los placeres de la carne,
porque sus corazones estarán llenos de Mi Gracia, llenos de Mi Amor y de Mi
Paz, que las honras, las glorias y los placeres carnales no pueden darles.”
Jesucristo en Jacareí, 20 de Enero de 2014.
“Abran sus corazones a la paz, dejen que la paz
entre en sus corazones y los llene completamente. Para recibir la Paz Divina,
es necesario primero convertir el corazón, o sea, desapegarlo de todo pecado,
renunciar a todo pecado. Es necesario abrirlo, vaciarlo, dar espacio para que
el Espíritu Santo derrame Su Paz en sus corazones. Por eso, es necesario que se
desapeguen, que se vacíen de su voluntad propia, de las vanidades, de los
caprichos, de su auto-adoración, de los pequeños placeres, de los movimientos
sensuales de su cuerpo, de su carne, para que entonces, el Espíritu Santo derrame
sobre ustedes y en ustedes Su Paz. Ésta paz que sólo Dios puede dar, el mundo
no conoce y aunque ustedes viviesen 1000 años buscando ésta paz: en los
placeres mundanos, en el dinero, en las honras y en las glorias, nunca, nunca
la encontrarían, porque ésta paz es del Cielo, no es de la tierra, y las cosas
de la tierra no pueden darla, no pueden producirla. Igualmente los placeres
carnales y sensuales. Ellos, por más que sean buscados, no pueden dar la paz
que sólo el Cielo puede dar.”
Santa Lucía en Jacareí, 11 de Enero de 2014.
“Mis amados hijos, hoy, nuevamente les invito:
‘¡Recen con el corazón!’ Cuando rezaren con el corazón, el alma de ustedes, el
corazón de ustedes, quedarán llenos del amor de Jesús, de la gracia de Jesús,
que no tendrán más necesidades de los placeres mundanos, de los placeres
carnales y del amor de las cosas vanas de este mundo. Cuando rezaren con el
corazón, sus almas sentirán una paz, una alegría tan grande, que no necesitarán
más de las diversiones vanas y superficiales de este mundo para que se sientan
felices.”
La Madre de Dios en Jacareí, 27 de Septiembre de
2013.
¿Qué es la carne? ¿Cuáles son los pecados de la carne? ¿Iré al infierno
si muero cometiendo tales pecados? ¿Se puede ser una persona carnal y
espiritual a la vez? ¿Cómo puedo evitar los pecados de la carne? Muchas de esas
preguntas ya fueron respondidas en las citas anteriores. Pero explayaremos más
sobre los pecados carnales.
El cuerpo es templo del Espíritu Santo. Cuando cometemos y consentimos
en los pecados de la carne, inmediatamente el Espíritu Santo sale y se anida en
nosotros, tanto en el cuerpo como en el alma, el demonio. Las personas que
viven en los placeres carnales son enemigos de Dios y su fin será la
condenación eterna, caso se obstinen en tales pecados. En las Sagradas
Escrituras, San Pablo nos enseña que Cristo pagó nuestra salvación con su
propia sangre. Por ende, los Cristianos somos pertenencias del Señor, incluso
el cuerpo. El verdadero Cristiano, practica la virtud de la castidad,
lleva una vida pura, tanto en el cuerpo como en el alma. Todos los estados de
vida requiere la virtud de la castidad, principalmente los consagrados a Dios.
La carne, también llamada ‘la naturaleza débil’, es consecuencia del
pecado de Adán y Eva. Satanás y los demonios tienen conocimiento de ello y por
esa causa, gran parte de sus tentaciones se centran en tales pecados. He aquí
los pecados de la carne:
El sexo, visto como necesidad fisiológica, cuando Dios decretó desde el
inicio de la creación que tal acto está reservado sólo para la procreación del
género humano. La felación y la masturbación, que son actos antinaturales que
contradicen su finalidad; el homosexualismo, que es un acto aberrante que
ofende muchísimo a Dios. Sexo con animales (también conocido como ‘Zoofilia’),
junto con el homosexualismo, es una de las mayores bajezas que han cometido los
seres humanos a lo largo de la historia.
Otros tipos de pecados que involucran el placer carnal son: los métodos
anticonceptivos (píldoras, condones, etc.) tanto fuera como dentro del
matrimonio, el aborto, el adulterio, la fornicación, el incesto,
palabras, chistes de doble sentido relacionados con los actos carnales, abusos
sexuales, orgías, bisexualismo, ideología de género, transexualismo, prostitución,
necrofilia, pedofilia, pornografía, revistas, periódicos y películas obscenas, internet,
televisión, programas inmorales, deseos y pensamientos impuros, la gula, la pereza, etc.
"Pero quién persevere hasta el fin. será salvo."
Evangelio de San Mateo (cap. 24)
"Pero quién persevere hasta el fin. será salvo."
Evangelio de San Mateo (cap. 24)
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