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viernes, 28 de junio de 2024

Marie Julie Jahenny (Francia 1873 - 1941)

 

LAS APARICIONES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS A

 MARIE JULIE JAHENNY

Francia

1873-1941

En las Santas Apariciones de Jacareí, Nuestro Señor Jesucristo, recordó al mundo por medio de su excelentísimo siervo Marcos Tadeo, que diera a conocer al mundo todas las promesas, revelaciones y mensajes que había transmitido a través de su sierva francesa Marie Julie. ¿Quién las conoce? ¿Quién ya escuchó hablar de ella alguna vez? Pues evidentemente que pocos o casi nadie. Estas desobediencias e indiferencias hacia las revelaciones del Cielo para la humanidad, es lo que entristece a nuestro Salvador, y atrae la Ira del Padre Eterno sobre nosotros. Por haber despreciado, dejado en el olvido o hacer caso omiso a sus mensajes de amor, que sólo buscan nuestro bien y ayudarnos a alcanzar la salvación. No basta con sólo creer, hay que vivirlos. Darlos a conocer, poner en práctica los consejos divinos.

Veamos qué había ordenado Jesús en Jacareí, a través del vidente Marcos Tadeo en Jacareí, en la fecha 07 de agosto del año 2018:

“…Sí ¿Cuántas veces descendí a la Tierra? ¿Cuántos Mensajes Yo di? ¿Cuántos avisos dolorosos Yo y Mi Madre dimos al mundo? Como por ejemplo: A mi hija Marie Julie. Sí, a través de ella di a toda la humanidad Mis Avisos para la Conversión.

A través de mi hija Marie Julie llamé a toda la humanidad a regresar para Mi Corazón Inmaculado, pero ¿Qué hizo la humanidad?

Apenas llenó más Nuestros Corazones de ofensas y de pecados y por eso Yo quiero:

Que todos ustedes den a conocer Mis Mensajes que Yo di a Marie Julie, para que todo el mundo sepa de mis Dolorosos Avisos y los Avisos de Mi Madre…


HISTORIA DE LA MÍSTICA ESTIGMATIZADA MARIE JULIE




INTRODUCCIÓN

La vida de Marie Julie Jahenny es una vida mística al ciento por ciento. Todos los días tenía éxtasis en los que se comunicaba con Jesús o la Virgen María, los santos o los ángeles. Tuvo mucho que sufrir, pues fue un alma víctima. Todo lo ofrecía a Jesús por la conversión de los pecadores. Y Jesús le dio los estigmas de su Pasión para poder identificarse más plenamente con él. Todos los viernes vivía la pasión de Jesús. Sufrió mucho por algunos sacerdotes que creían que todo lo suyo era histerismo y engañaba a todos. Por eso, le suprimieron la confesión y comunión durante un largo tiempo hasta que el mismo Papa León XIII escribió tres cartas personales a su obispo para que le administraran los sacramentos. Ella todo lo ofrecía con amor a Jesús y solía decir: Sufrir y no morir. Sus dos palabras más importantes para su vida espiritual eran: Sufrimiento y amor, amor y sufrimiento. A lo largo de este relato de su vida, mencionaremos algunas visiones de sus éxtasis para comprender mejor lo grande que es la misa, la misión de nuestros ángeles custodios, la necesidad de rezar por las almas del purgatorio y otras cosas importantes de nuestra fe católica. Ojalá que su vida nos estimule a nosotros en el camino de la santidad y podamos decir con sinceridad y voluntad: Quiero ser santo. Y si no llegamos a ser santos canonizados, al menos, al haberlo intentado y deseado, ojalá hayamos cumplido fielmente la misión que Dios nos ha encomendado en este mundo.

SOBRE SU INFANCIA

Marie Julie Jahenny nació el 12 de febrero de 1850 en Coyault, un lugar de una docena de casas muy cerca de Blain en Francia. Fue bautizada al día siguiente. Sus padres fueron Carlos Jahenny y María Boya. Sus padrinos de bautismo: Francisco Jahenny y Juana Boya. Su padre era un hombre frío de sentimientos, pero muy trabajador y fiel a sus deberes religiosos. Su madre era más abierta y simpática que su esposo, con un carácter firme, a la vez que honesta y piadosa. Normalmente ambos padres se acercaban mensualmente al sacramento de la confesión y comunión, y rezaban todos los días en familia. Tuvieron cinco hijos, de los cuales Rosa murió en su infancia. Los otros hijos, además de Marie Julie, fueron Carlos (Charles), Ángela y Juana.

Marie Julie (María Julia) era la mayor y ayudaba a sus padres en las tareas del campo en la medida de sus fuerzas. A los 7 años hizo su primera confesión. En la escuela aprendió a leer, pero escribía no muy bien. En cuanto a su vida de piedad, desde muy pequeña se le notaba ansias de soledad y le gustaba apartarse de los demás y estar sola para orar y hacer penitencia. Sus padres la mandaban con tres vacas al campo y ella aprovechaba el tiempo haciendo algún altar con flores silvestres, un crucifijo y una imagen de la Virgen, que había comprado muy barata. María y la cruz fueron las dos grandes devociones de su vida junto con Jesús Eucaristía. A veces le gustaba ir a algún altozano para ver a lo lejos la torre de la iglesia y pensar en Jesús que estaba allí presente. Aprendió a hacer penitencias desde pequeña y se hizo un cinturón de cuero con clavos y puntas que atravesaban la piel. También se frotaba con ortigas o se metía clavos o piedras en los zapatos. Se hizo una cruz de más de un metro y dormía sobre ella. Pero el confesor, a sus 16 años, le confiscó sus instrumentos de penitencia. Hizo su primera comunión a los diez años y medio, después de seis meses de preparación. Su madre declaró que desde su primera comunión se le notaba más piadosa. Dijo en 1873: Mi hija siempre fue piadosa, sobre todo después de su primera comunión. Ella repetía todos los sermones que oía.

A sus 15 años se puso bajo la dirección espiritual del padre David, I´abbé David, vicario parroquial de Blain. Se acostumbró a ir a misa y comulgar una vez entre semana, además del domingo.

LAS ENFERMEDADES QUE PADECIÓ

Deseaba ser religiosa, pero el padre David la desanimó por su poca salud. Tenía algunos accesos de fiebre, algo de paludismo y otras limitaciones. A los 16 años sus padres la colocaron en casa de una familia del vecindario, los Miltais, para trabajar como empleada doméstica, pero a los seis meses tuvo que regresar a casa por su mala salud. A sus 22 años comenzó a aprender costura en casa de las señoritas Péhe de Blain. Ganaba ocho dineros por día. Años más tarde recordaba que las señoritas tenían mucho miedo de los ladrones y todos los días debía pasar la escoba por debajo de la cama a ver si había algún hombre escondido. El médico de Blain curaba a su hermano Carlos y su madre alguna vez la envió a pagar los honorarios al médico, quien en su propio domicilio, un día quiso atentar contra su honor. Ella se resistió y huyó corriendo; y siempre le agradeció a Dios por haberla librado de las garras del tigre. Por este motivo la familia cambió de médico. El 6 de enero de 1873, durante la misa, se sintió mal y tuvo que regresar de inmediato a su casa. Durante un mes estuvo en casa, pero iba empeorando. El médico diagnosticó cáncer al estómago. El 12 de febrero estaba muy mal. El padre David llegó a su casa a confesarla. El día 15 la encontró sin conocimiento y el 22 le administró la unción de los enfermos. Ese mismo día Marie Julie abrió sus ojos y miró hacia un punto fijo. Estaba viendo a la Santísima Virgen María que estaba silenciosa. Unas horas más tarde de nuevo se le apareció la Virgen y le dijo: Querida hija, no temas. Soy la Virgen inmaculada. Tú sufres. Ella anotó: La Virgen se inclinó hacia mí. Su brazo derecho sobre su corazón, el izquierdo apoyado sobre una cruz. Su mano derecha la puso sobre mi corazón y me prometió curarme el 2 de mayo a las tres de la tarde. Antes de despedirse me anunció: “Volveré a verte”. El 15 de marzo, de nuevo se le apareció nuevamente la Santísima Virgen María y le dijo: ¿Quieres aceptar las cinco llagas de mi divino hijo? Julie aceptó. Nuestra Señora añadió: ¿Quieres sufrir el resto de tu vida por la conversión de los pecadores? Respondió: Sí, madre mía, si tu hijo divino lo desea. Yo me someto a su santa voluntad. Y María Santísima añadió: Mi querida hija, esa será tu misión.



LOS ESTIGMAS: LAS SANTAS LLAGAS DE JESÚS

El 20 de marzo de 1873 Julie previno a su familia, porque sabía que iba a recibir las llagas. Su padre fue a la parroquia a avisar al párroco, pero éste se rió de la noticia. Ese día había ya 200 personas en su casita y empezó todo con unas convulsiones. Su mano izquierda comenzó a sangrar y después de cinco minutos pasó lo mismo con la mano derecha. Y después con las llagas de los pies y del costado. Todo había comenzado con una visión de Jesús, que tenía sus cinco llagas brillantes como el sol. Un rayo de luz partió sucesivamente de cada una de las llagas de Jesús para hacerle la llaga correspondiente a Julie. El rayo de luz que salió del costado de Cristo era dos veces más largo que los de las manos y pies y tenía la forma de una punta de lanza. Ella vivió los dolores de la pasión y crucifixión de Jesús todos los viernes hasta su muerte. Al párroco de Blain le comunicaron los hechos y envió un aviso al obispo de Nantes para que enviara para el viernes siguiente una comisión investigadora. Esta comisión la formaban dos médicos, el padre Rousteau y dos delegados del obispo: el padre Vignard y el padre Joüon. Sin embargo, el miércoles, la madre de Julie fue a visitar al párroco de Blain y le comunicó de parte de su hija: Si los médicos vienen de Nantes y el doctor Sortais los acompaña, la Virgen María ha dicho que su presencia impedirá que salga sangre de las llagas. Además ningún médico debe tocarla. El viernes 28 de marzo había mucha gente en el lugar, entre cinco y diez mil personas. Los enviados por el obispo llegaron temprano, acompañados de algunos médicos de los alrededores. Julie les dijo que la sangre no saldría. Habían desobedecido. Algunos presentes murmuraban y otros hasta blasfemaban. La investigación se prolongó, la gente del exterior se impacientó y se les hizo entrar. Desfilaron durante varias horas. Todos veían a Julie en su cama y las llagas visibles en sus manos, pero no había sangre. La opinión general fue desfavorable para Julie y menos favorable aún el informe que los médicos enviaron al obispo. Manifestaron que no había nada de sobrenatural y que todo se debía a una crisis nerviosa sin fenómenos milagrosos.

LAS ESPECTACULARES CURAS MILAGROSAS

Su hermano Carlos llevaba 16 meses enfermo de la rodilla izquierda y no podía dormir por las noches. Julie, a quien la Virgen le había prometido curarla el 2 de mayo, le pidió que ese mismo día curara a su hermano Carlos. Ese día el padre David le llevó la comunión. Había presentes unas 40 personas y cinco sacerdotes. Todo comenzó con un asalto del demonio que, con permiso de Dios, la hizo sufrir con movimientos tan violentos que las barras de la cama se rompían. Esto duró hora y media. Después vino la calma. Se le apareció la Virgen y ella le dijo: Madre mía, os pido la curación de mi hermano.

En ese momento Carlos se puso a temblar y a llorar. Había sentido un chasquido en su rodilla. Se levantó y pudo caminar normal. Después abrazó a su hermana lleno de emoción. Julie le comunicó a la gente: La Virgen quiere que reciten el “Veni Creator” y el “Ave maris stella”. Terminadas estas oraciones, Julie anunció: Alegraos, la Virgen os ha sonreído. Denme mi ropa, estoy curada.

Algunas mujeres la ayudaron a vestirse y se mostró ante la gente que quería entrar. Eran en total a esa hora como 2.000 personas. Al día siguiente, Julie y Carlos fueron a la iglesia de Blain a la misa y a recibir la comunión como acción de gracias.



LA CORONA DE ESPINAS

 El 31 de agosto la Santísima Virgen María le dijo a Julie: Yo te daré una corona de espinas.

 El 7 de octubre de 1873, Julie estaba con su hermana Ángela y empezó a quejarse de dolor de cabeza. Su hermana observó que tenía una corona roja alrededor de la cabeza, en la frente. Eran como puntitos de los que salía sangre. Ángela corrió a avisar al padre David. Él pudo constatar que la corona estaba bien formada. Los presentes estaban sorprendidos, se pusieron de rodillas y rezaron el Magnificat. Además de las llagas normales, Julie recibió otras como la de la espalda izquierda (por cargar la cruz a cuestas) o las marcas de la flagelación, también recibió algunas inscripciones en el pecho como: O Crux Ave, una flor y un corazón. Por otra parte, anotemos que su comida se reducía normalmente a dos cucharadas de leche en la mañana y en la tarde. Y se pasó cinco años en ayuno absoluto.

 

ESPONSALES

La Virgen, en su aparición del 9 de enero de 1874, le aseguró que el 20 de febrero tendrían lugar los esponsales con Jesús. El 8 de febrero, la madre de Julie avisó al padre David que el anillo (de bodas) estaba en la mano de su hija. El padre David aseguró haberlo visto como un círculo rojo alrededor de su dedo, mientras Julie estaba en éxtasis, pero antes de acabar el éxtasis ya no estaba el círculo rojo. Julie explicó que ese no era el anillo y que el verdadero anillo lo recibiría el 20 de febrero. El 20 de febrero algunos presentes observaron que las llagas estaban secas. Cuando empezó el éxtasis comenzaron las llagas a sangrar y, al poco rato, en el dedo anular se podía observar un círculo rojo. Corría la sangre por debajo y por encima del dedo y, poco a poco, se formó el anillo con claridad ante los presentes. Un testigo declaró que parecía un anillo de coral rojo que se había incrustado en la piel.

LAS INCOMPRENSIONES Y PERSECUCIONES

El 11 de junio de 1874 Julie quedó sorda a toda voz humana menos a las de sus familiares, de su confesor, de su obispo y de sus delegados. También oía los cantos litúrgicos, los sermones, las campanas y los cantos de los pájaros.

El viernes 17 de julio de 1874 el obispo de Nantes, su obispo, llegó a su casa. Habló personalmente con ella y con su familia y asistió al éxtasis de la crucifixión. El obispo quedó convencido de su veracidad y autenticidad. Pero no todo fue fácil. Cuando murió Monseñor Fournier, vino otro obispo que no veía con buenos ojos los sucesos de Julie. Algunos sacerdotes lo indispusieron contra ella. Creían que todo era fruto de histerismo, fantasía o cosas del demonio, y que había que exorcizarla. A los 22 días de la muerte de Monseñor Fournier, el vicario capitular Monseñor L´Espinay le suprimió los sacramentos y durante 11 años se los negaron, tanto algunos sacerdotes como el nuevo obispo Monseñor Lecoq. Era una prohibición con la única excepción del peligro de muerte. Como no querían confesarla ni darle la comunión, su padre escribió una carta al obispo, en la que le decía: Monseñor, quiero reclamar para mi hija Marie Julie el derecho de todos los cristianos de participar en los sacramentos.

Desde hace 10 meses está sin dirección espiritual y sin sacramentos. ¿Qué ha hecho para que la traten así? Dios no la ha rechazado del número de sus hijos. Este abandono va contra todas las virtudes y contra todas las leyes de la Iglesia. Esta alma ha sido rescatada al precio de la sangre de Nuestro Señor. En nombre de este divino Redentor, yo reclamo caridad para con ella. Usted es el pastor de las almas. Le pido caridad para ella que tanto sufre. ¿Rehúsan confesar a mi hija, porque ella no oye? Esta sordera es obra de Dios, que tiene sus designios sobre ella. ¿Quién se puede meter en sus planes? El sacerdote, por su santo ministerio, confiesa frecuentemente a los sordos. Este rechazo no es legítimo. Algunos nos persiguen y quisieran que el viernes no recibamos a ninguna de las personas que vienen a rezar con nosotros; algunos de ellos amigos fieles, que nos visitan después de seis años y nos consuelan. Nadie nos puede quitar esa libertad. Es mi derecho tener testigos que aclaren las cosas y puedan responder a las calumnias que se le achacan a mi hija. Monseñor escuche nuestra plegaria. Dele a mi hija el consuelo debido a los cristianos para que pueda participar de los sacramentos y nuestras almas lo bendecirán. Que su paso sea para quien sufre, luz y Consuelo.

La acusaron a Roma de ser una manipuladora y engañadora. Le enviaron dos representantes del Santo Oficio: al padre Cormier, superior general de los dominicos, y después en 1886 al padre Semenenko, consultor del Santo Oficio. La relación de este último fue plenamente favorable, gracias a Dios. El Papa León XIII envió al cardenal Rampolla para aclarar el asunto y, si hacía falta, exorcizarla, pero el cardenal manifestó que no era caso de posesión y que no hacía falta nada de eso. En 1888 el Papa León XIII por motivo del jubileo dio permiso a todos los sacerdotes de poder confesar sin limitaciones, aunque los penitentes no estuvieran en su territorio. Julie pidió al párroco de Savenay, que era uno de los que la apoyaban, que la confesase y así fue, pero el obispo prohibió al párroco de Savenay de seguir confesándola. Además le escribió al padre Vanutelli a Roma sobre esta prohibición. Pero el mismo Papa León XIII le escribió al obispo de Nantes, invitándole a tener más dulzura con ella y administrarle los sacramentos. Entonces el obispo Monseñor Lecoq nombró como confesor de Julie al párroco de San Donato, pero éste llegó a la conclusión de que lo mejor que podía hacer Julie era internarse en una comunidad religiosa para que pudiera comulgar todos los días. Sin embargo, en diciembre de 1888 el obispo Lecoq con motivo de la misión diocesana envió a Julie un misionero. De hecho un confesor vino a partir de entonces desde Nantes regularmente a confesarla y a darle la comunión cada primer jueves de mes. Julie tuvo siempre un gran reconocimiento al Papa León XIII, a quien llamaba su Papa, quien le escribió tres cartas personales al obispo Lecoq para que atendieran a Julie con dulzura y caridad.

LAS APARICIONES DE LOS SANTOS

Ella rezaba mucho por los pecadores y pedía la intercesión de la Virgen María, de san José, de san Miguel, de san Martín de Tours, del rey san Luis y de los santos estigmatizados. Amaba mucho a san José. El padre David nos dice que abrazaba mucho una imagen que tenía de san José. También observó que en un éxtasis el día 19 de marzo de 1874 invocó a san José más de 30 veces. En el éxtasis del 3 de marzo de 1882 le dijo El Glorioso San José: Si ustedes supieran mi poder ante Jesús y María... Vengan a mí, yo estoy a la izquierda de Jesús. Yo soy el gran protector de las almas del purgatorio. Con frecuencia yo inspiro la devoción a estas almas sufrientes.

Otros santos de su devoción eran santo Tomás de Aquino, san Buenaventura, san Francisco de Sales, san Francisco de Asís, santa Clara de Asís, santa Germana, santa Genoveva, san Néstor, san Marcelino, san Félix y san Pantaleón. Estos cuatro últimos se le presentaron en éxtasis. Recordemos que era terciaria franciscana y amaba mucho a san Francisco como a su padre. Un día ella le decía a Jesús: Yo quiero morir bajo la mirada de la Virgen María, con la asistencia de san José, cubierta por las alas de los ángeles, la sonrisa de san Francisco y la de todos los santos.

LAS ASECHANZAS DEL DEMONIO

El demonio la atormentaba mucho. Se le presentaba bajo distintas figuras, incluso de santos, santas o ángeles; y también de bestias feroces o monstruos; y le arrebataba las reliquias u objetos piadosos, persiguiéndola de muchas maneras. Ella llamaba al demonio Grippi o Quequet. Muchas veces los demonios le hacían arañazos que el padre David curaba con agua bendita. El 2 de septiembre se le apareció bajo la forma de una virgen y después se cambió a una bestia, desgarrando los vestidos de Julie y llevándose objetos de piedad, pero el padre David le obligó en el nombre de Jesús a devolverlos, apareciendo de inmediato.

A veces el demonio le metía en la boca puñados de hierba o de trapos empapados de sangre. Una tarde Julie se paseaba por el jardín con su hermana, cuando de golpe fueron atacadas por el demonio y tiradas al suelo. La boca de Julie estaba llena de hierbas y de otros materiales.

El padre David le conminó al demonio a quitarlos y lo hizo. Otro día Julie se quejaba de que el pecho le pesaba mucho. Se le había presentado una hostia y ella dudaba de su autenticidad. Ella no quería tomarla. El demonio, tomando la figura de un ángel de luz, la había colocado sobre su pecho y ella sentía un peso doloroso encima. El padre David acercó la reliquia de la vera cruz y puso la hostia falsa en un vaso. Julie cayó en ese momento en éxtasis y el Señor le manifestó que esa hostia venía del demonio. El padre David la echó al suelo. Julie se levantó y pisó con sus zuecos esa falsa hostia y después la pusieron en un papel y la quemaron.

OTRO REGALO PARA EL MUNDO: EL ESCAPULARIO MORADO



En el éxtasis del 16 de julio de 1901 refiere: La Virgen María llevaba sobre su pecho el escapulario del Carmen. Él es una luz brillante como un sol resplandeciente. Yo veo multitud de almas llevando el escapulario sobre el pecho. Y la Virgen Santísima le manifestó lo siguiente: Hijos míos, si ustedes supieran la protección y las gracias que se reciben de este escapulario... En el momento de la muerte yo presento a Satán esta santa imagen y es suficiente para hacerle soltar la presa. Yo asisto a todos y con frecuencia consigo para los últimos momentos muchas gracias para abreviar el purgatorio. Yo nunca he permitido que quien ha llevado toda su vida el escapulario pueda perecer como presa de Satán.

HECHOS MILAGROSOS

A partir del 3 de mayo de 1873 tuvo más de 5.000 éxtasis, a veces uno cada día, pero otros días más de uno, durante su larga vida de 91 años. Lo más emocionante era cuando durante la crucifixión tenía lugar también la comunión milagrosa. También tuvo el don de la levitación, como afirmó la señora Gregoire: Julie se elevó unos 30 centímetros sobre la cama. Su cuerpo no reposaba en nada.

Durante los éxtasis, Julie estaba inmóvil y nadie podía moverla. Cuando el confesor o capellán le daba la orden de salir del éxtasis, inmediatamente obedecía, aunque eso le suponía un esfuerzo doloroso. Es importante anotar que durante sus éxtasis, Julie tenía el don de la hierognosis o conocimiento de las cosas sagradas. Podía distinguir claramente la hostia consagrada de la que no lo estaba y el agua bendita del agua común, y así otras cosas benditas. En una ocasión hubo cambio de corazones. Jesús le sacó el corazón y puso el suyo en vez del de Julie. Otro día Jesús le prometió a Julie: De una comunión a otra yo me conservaré en tu corazón. Esto quería decir que su alma sería un sagrario donde permanentemente estaría presente Jesús Eucaristía al igual que en los sagrarios de las iglesias. El padre David refiere: Yo y su madre nos dimos cuenta el 18 de mayo de 1874 que salía sangre de sus labios. Ella la tomaba, sonreía y abría los ojos diciendo: “Oh mi querido esposo, gracias por saciar mi sed”. Un momento después una gruesa gota de sangre roja apareció en su labio inferior. Ella llevaba a su boca la reliquia de la verdadera cruz. Una hora después se reprodujo la misma escena. Ella tenía los brazos en cruz mientras que la sangre aparecía súbitamente. Ella abrazaba la reliquia de la verdadera cruz y esta reliquia estaba llena de sangre. Cuando volvió en sí, declaró que había bebido siete veces la sangre de Jesús, porque él tenía un cáliz en la mano y lo llenaba de la sangre de su Corazón.

El 27 de mayo de 1880 el padre Léqueux se presentó y fue testigo de una manifestación sangrienta de las llagas. Julie manifestó: El crucifijo que está al pie de la cama sangra. El padre lo vio. Julie le pidió al sacerdote que bebiera de esa sangre. Después ella pidió el crucifijo sangrante y lo besó y bebió su sangre. A continuación ella rogó al sacerdote que purificara con un paño sus labios y el crucifijo.

Una tarde ella entendió a un sacerdote que le hablaba en latín sin haberlo estudiado. Ella había quedado inmóvil de hacer cualquier movimiento excepto el viernes durante la vivencia de la crucifixión. Esta inamovilidad duró dos años hasta principios de 1883. El 23 de septiembre de 1884 ella queda ciega, solo ve una luz. En 1885 recuperó la vista. Durante cinco años, un mes y 22 días había guardado ayuno absoluto, desde el 28 de diciembre de 1875 hasta el 20 de febrero de 1881. Después de la primera guerra mundial Julie recibía tres o cuatro cartas diarias y durante dos años la señorita Thibaud fue su secretaria. Venía de Blain una o dos veces por semana para contestar las cartas después que se las había leído despacio a Julie. Algunas veces le decía que contestara que se confesara la interesada o le daba algún consejo personal. Tenía don de conocimiento sobrenatural.

LAS COMUNIONES MILAGROSAS

Fueron prometidas a Marie Julie 14 comuniones milagrosas, a la vez sacramentales y místicas. Además, en el tiempo en que fue privada de la comunión sacramental por el capellán, recibió, muchas veces la comunión de manos de san Miguel y de los ángeles custodios de Julie. Las hostias eran milagrosamente sacadas del sagrario de la parroquia de Blain. Un viernes, mientras vivía la pasión después de la segunda caída de Jesús camino del Calvario, ella pidió ser consolada con el pan de los ángeles. Hizo la señal de la cruz, recitó el Yo pecador y después: Señor, no soy digno... La señorita Brulais declaró: Nosotros estábamos atentos. Yo estaba a unos 50 centímetros de la cara de Julie y vi sus dos manos juntas sobre el pecho. De pronto ella abrió la boca y sacó la lengua. No había nada. Ella cerró la boca y la abrió de nuevo y mostró la lengua, pero no había nada. De nuevo cerró la boca y de nuevo la abrió. ¡Oh prodigio! Una hostia más brillante que la nieve estaba allí, visible a nuestros ojos. Un grito de admiración salió de nuestros corazones. Ella cerró la boca y dos veces más la abrió y nos mostró la hostia sobre la lengua. No había posibilidad de ilusión o imaginación. Después abrió la boca y ya no había nada. Ella tenía una sonrisa del paraíso y su éxtasis aumentó su bienestar. Era el cielo y eso duró unos 15 minutos. Los presentes estaban felices y oraban y adoraban a Jesús Eucaristía en unión con Julie.

El 25 de octubre de 1878 la señora Gregoire escribió al doctor lmbert que Julie había recibido comuniones milagrosas cada domingo por la mañana a las ocho. Al recibir las comuniones milagrosas, según escribió el padre Barille, unas lágrimas corrían suavemente por sus mejillas y una sonrisa se veía en sus labios. Era el paraíso.

REVELACIONES SOBRE LA SANTA MISA

Ella en éxtasis hablaba de las maravillas que veía en la misa: Yo admiro el cielo que desciende al santo altar cuando el sacerdote celebra la misa. Sagrado Corazón, cuando desciendes del cielo al altar, el sacerdote toma proporciones de amor tan elevadas y tan grandes y poderosas que parece una llama de fuego. Si se viera al sacerdote, transformado él mismo en gloria y belleza, no se podría dirigir a él sin temor y sin temblar.

En un éxtasis tuvo la visión de las misas. Dice: Los sacerdotes subían al altar con más o menos respeto. Yo asistí a todas las celebraciones. Los ángeles se prosternaban, llenos de respeto. Muchísimos ángeles llenaban los altares y derramaban perfumes. Por encima del altar los ángeles estaban en círculo. A la derecha e izquierda del sacerdote estaban los serafines que le servían. Cuando fue el momento del Credo, los ángeles cantaron y ofrecieron al Señor la fe de los pueblos. Fue un triunfo de la gloria de Dios. Nuestro Señor estaba presente en todas partes a la vez, repartiendo bendiciones. Al momento de la elevación, todos los sacerdotes resplandecían. A la elevación de la hostia, vi al Niño Jesús con una belleza extraordinaria. Él tenía sus manitas extendidas sobre su Corazón, que estaba abierto y alrededor de él había una gran llama blanca. Todo el cielo cantaba el Hosanna. Una multitud de ángeles rodeaba al Niño Jesús. Al padrenuestro, el Niño Jesús tenía los brazos extendidos y repartía inmensas gracias.

Al momento de la comunión del sacerdote, todo el cielo lanzó llamas de fuego sobre el pecho del sacerdote. El quedó como un verdadero cielo. Al momento del Cordero de Dios, nuestro Señor parecía un torrente de llamas. Al momento de la comunión de los fieles, nuestro Señor se revistió de un amor tan ardiente que parecía que iba a morir de amor. Grupos de ángeles rodeaban el altar y, cuando el sacerdote abrió el sagrario, ellos derramaron perfumes y cantaban cánticos sublimes. Cuando el sacerdote sacó el copón y levantó la hostia, sus manos estaban rodeadas de llamas. Sus palabras eran recogidas por los serafines y la hostia santa se transformó en el Niño Jesús. Los ángeles llevaban banderas y, mientras se distribuía la comunión, los ángeles lloraban de emoción. Yo he visto sonreír al Niño Jesús al entrar en los corazones, pero esa sonrisa no era igual en todos. En los corazones dignos era como un sol lleno de luz brillante. Al regresar el sacerdote al altar después de dar la comunión, todos los ángeles daban gracias por las almas que habían recibido a Jesús. En el momento de la bendición final, nuestro Señor estaba con el sacerdote. ¡Qué maravilla! Y yo volví en mí llena de todos los tesoros de amor que había contemplado.

En un éxtasis Jesús le concedió la gracia de asistir a todas las misas que se celebraban en la tierra.

LA DEVOCIÓN AL DIVINO NIÑO JESÚS

Jesús fue siempre para ella el esposo de su vida, el encanto de sus ojos, el amor de sus amores. Jesús Eucaristía, Jesús crucificado y sobre todo el Niño Jesús se le aparecían con frecuencia. En el éxtasis del 7 de enero de 1877 manifestó Julie: Nuestra Señora se presentó llevando al Niño Jesús en brazos. El Niño tenía en sus manos una flor de lis y sobre su corazón una cruz... Yo le dije a María: “Madre, ¿me puedes dar al pequeño Jesús para tenerlo conmigo?”. Me respondió que sí. Yo le pedí su manto, que era más puro que el mío, y después le dije al Niño Jesús: “Ven, Jesús, ven a mis brazos”. Y María me lo dio. Yo lo llevé sobre mi lado izquierdo y el Niño sonreía. Él me dijo: “Mi víctima, ¿para quién es tu corazón?”. “Para ti, querido Jesús”, le respondí. Y Jesús me contestó: Tú corazón y el mío están unidos e inseparables.

Ángela, la hermana de Julie contó en la Navidad de 1880: Ella estuvo dos horas de rodillas con un cirio encendido en la mano. Ella estaba en éxtasis y hablaba en voz alta. Veía a su alrededor grupos de vírgenes y santas con sus cabellos largos sobre las espaldas. De pronto le sacaron su toca y quedó ella también con sus cabellos flotando sobre las espaldas. Al mismo tiempo apareció sobre su frente una gota de líquido brillante y perfumado. Ángela la secó con un paño. Ella decía que tenía al Niño Jesús en sus brazos y hacía gestos como si llevara un niño en brazos.

En la Navidad de 1879 también Julie recibió en sus brazos al Niño Jesús y declaró: Yo sentí en el alma un gran calor de amor, que me embargaba totalmente. Yo sentía que mi alma se iba en medio de una multitud de ángeles, que iban al pesebre. Cuando estuve junto al pesebre del Niño, sentí ese calor que me embargaba. El Niño me puso un manto blanco sobre mis espaldas y me dijo: “Quiero reposar en tu corazón y en tus brazos”. Yo creía que no era digna, pero él insistió: “Yo quiero que tú me lleves”. Yo me puse a llorar de emoción, su manita secaba mis lágrimas y yo lo recibí en mis brazos. Su cabecita inclinada sobre mi corazón. Mientras lo tenía así, él pasaba sus manos sobre mis mejillas y me besó en medio de la frente.

En el éxtasis del 29 de julio de 1881 nos dice: Algunas veces el Niño Jesús viene a verme y me dice: “Vengo a estar contigo cerca de tu corazón”. Él es más pequeño que mi ángel custodio. El habla primero y yo después. Él me dice: “Dime tus penas y las de tus amigos”. Él sabe que yo no puedo ir a visitarlo y por eso el viene a mí.

En el éxtasis del 13 de enero de 1921 Julie afirmaba: Cada mañana el Niño Jesús viene a verme y me dice: “Vengo a estar cerca de tu corazón”.

EL ÁNGEL DE LA GUARDA

Julie veía en éxtasis a los ángeles custodios que presentaban a Jesús las almas de los que guardaban. Refiere Marie Julie: Yo tengo dos ángeles custodios, uno me cuida y nunca me deja. Es mi pequeño ángel. Él es rubio y de cabellos rizados. Tiene una pequeña corona de rosas blancas. Lleva un vestido blanco y corto con un cinturón azul sobre el que están escritos los nombres de Jesús y María. En su cuello lleva una cruz de oro suspendida por un cordón, donde hay perlas preciosas representando los corazones de los amigos de la Cruz. En esa cruz están escritos los nombres de todos mis amigos fieles. Yo le hago abrir esa cruz de vez en cuando y me hace leer los nombres de mis amigos. Tiene alas y son tan puras que yo le pido que me lleve bajo sus alas hasta Jesús. Tiene un reloj para contar los minutos que me deja mi otro gran ángel, que a veces se ausenta. A veces me abraza sobre la frente y me habla del cielo, del amor de Jesús y de las visitas de María y de san José a la muerte de mis fieles amigos. Mi ángel tiene los pies desnudos. Algunas veces le proponía tomar su pie, lo tiene caliente y con él podía calentar mi mano helada. Cuando hace frío, él me trae un manto, sobre todo en tiempo de Carnaval, cuando Jesús es más ofendido. Comprendí que en el cielo nunca hace frío y viven en una atmósfera de calor y amor. También tengo otro ángel grande. El lleva una gran cesta al cuello, atada con una cuerda de oro y él va consiguiendo gracias. Después va a los Corazones de Jesús, María y José con la cesta de flores, que son gracias. Su ropa es blanca y larga. Tiene una corona de rosas blancas. Su cinturón es todo blanco, pero sin los nombres de Jesús y de María. Él también tiene los pies desnudos. Tiene un cinturón de oro sobre su corazón. El extiende sus grandes alas y se va con su cesta y su provisión de gracias en algunos momentos a repartirlas. Al regreso me dice que ha estado por todas partes y me dice las gracias y oraciones que él ha repartido. A mi gran ángel trato de Usted, porque parece más grande y más viejo que mi ángel custodio, a quien trato de tú, porque parece tener unos doce años. A mi gran ángel no le reprendo, pero cuando regresa de algún viaje le preguntó dónde ha estado. Y me responde: “He estado al lado de un padre que iba a escribir una carta. He ido donde tal o cual amigo que rezaba por ti o he visitado a una persona que estaba triste y la he consolado”. Cada día el Niño Jesús viene a estar junto a mi corazón. El Niño Jesús es más pequeño qué mi ángel custodio. Un día Jesús me dijo que si quería un tercer ángel, me lo podía dar, pero le dije que tenía suficiente con dos. Me aclaró: “Sería para darte más frecuentemente la comunión que tanto deseas. Te la dará dos veces por semana y yo te la daré los domingos y los días de fiesta”.

Cuando hago la comunión espiritual, mi pequeño ángel siempre está de rodillas con las dos manos juntas delante de la boca y hace la señal de la cruz. Cuando yo hago oración, él se recoge y pide gracias y bendiciones para mí. Un día, en el éxtasis del 14 de mayo de 1912, la Virgen María le dijo: Yo recibo siempre tus avemarías por medio de tus buenos ángeles, mis ayudantes celestes, que asisten a todas las fiestas del cielo.

 Cuando Julie rezaba el rosario oía Que los ángeles le respondían y también les oía cantar.

En el éxtasis del 22 de mayo de 1917, Jesús le dijo: Cuando falten las almas víctimas en la tierra, yo enviaré a los ángeles para reemplazarlas y traer el pan divino de la Eucaristía. (En la gran tribulación), cuando el pan material sea escaso, el pan divino se multiplicará y hará prodigios en los elegidos.

En el éxtasis del 11 de enero de 1923, la Virgen María le dice: No están solos. Jesús está con ustedes en los sagrarios. Están los ángeles, que alumbran las lámparas de la fe, esperanza y caridad.

En el éxtasis del 16 de octubre de 1923, sigue diciendo María: Hijos míos, si vieran a los ángeles custodios traerme las avemarías del rosario… Todo el cielo queda asombrado. Las avemarías son perlas blancas y los padrenuestros, diamantes. Yo voy al purgatorio y llevo esas gracias a las almas abandonadas.

En el éxtasis del 20 de enero de 1927 dicen los ángeles custodios: Somos sus guías y protectores. Nos inclinamos sobre ustedes, almas fieles, y vemos llorar a nuestro lado a una multitud de ángeles custodios cuyas almas los han abandonado y no rezan jamás. Los ángeles que lloran dicen a los privilegiados: “Qué felices son. Nosotros estamos abandonados y nunca se piensa en nosotros y se nos insulta con el Creador. ¡Qué felices son de ser invocados!”.

En el éxtasis del 27 de mayo de 1930, dice la Virgen María: Hijos míos; los ángeles custodios tienen su función principal en adorar y dar gracias.

Jesús le dijo una vez: No olviden darles gracias a los ángeles. Ellos vienen a buscar para ustedes gracias y bendiciones de sus bienhechores, amigos, santos patronos, etc. Los santos ángeles me dan gracias por las gracias recibidas.

 En el éxtasis del 8 de febrero de 1934, nos dice Julie: Yo me he quedado maravillada, viendo entrar al cielo un alma fervorosa. He visto a su ángel guardián que la llevaba por un rayo de luz al cielo. He visto la acogida que le daban sus padres y familiares y amigos.

 En el éxtasis del 20 de julio de 1922, se refiere: Los ángeles del cielo dicen: “Nosotros nunca hemos gustado de las alegrías inefables de la Eucaristía. Felices ustedes”… Los santos ángeles me encargan decirles que cada vez que ustedes reciben al Esposo divino, ellos están prosternados de rodillas delante de sus almas. Ellos lo adoran, lo alaban y le rezan. ¡Qué bello es ver a los ángeles en adoración al momento en que reciben a Jesús!

En el éxtasis del 8 de enero de 1935, dice la Virgen María: No se olviden de ese ángel que les dirige y les protege. Él está cerca de ustedes cada día y él está junto a ustedes por la noche. Él cuenta sus suspiros. Él está cerca y les cuida. Él les cubre con sus alas de oro y les protege. No lo olviden.

Un día, durante un éxtasis, la Virgen dijo: les recomiendo orar mucho a los santos arcángeles y a los ángeles custodios para que les protejan de los demonios. Ustedes no se pueden imaginar el gran número de almas perdidas. Ella los veía cantar con ella el Te Deum y asistir a la Virgen María.

SOBRE EL PURGATORIO

En el éxtasis de julio de 1901, dice la Virgen María: El purgatorio es un día sin noche, sin reposo para el alma que se purifica... El alma tiene allí una paciencia admirable. Sabe que hace falta que se cumpla ese tiempo de purificación. Ella adora la voluntad de Dios que la hace sufrir para merecer la recompensa eterna. El tiempo parece largo a causa del deseo de ver a Jesús, pero cuanto más avanza hacia el cielo, ese deseo aumenta y está más purificada… Con frecuencia la corona de las avemarías de un rosario puede hacer volar un alma al cielo. Una sola comunión y el alma blanca puede volar al cielo. A veces hace falta menos, basta la invocación de un padrenuestro o un avemaría en honor del santo escapulario. Esta riqueza es inmensa. Son gracias tan abundantes que no se pueden enumerar. ¡Qué poder tiene la celebración de la misa! Solo en el cielo entenderéis la inmensa eficacia de este prodigio de poder y de bondad para vuestra liberación....

En el éxtasis del 14 de noviembre de 1905, dice María: Las almas del purgatorio están confirmadas en gracia. En ese lugar ellas se reconocen y se consuelan entre ellas. Ellas ven la ingratitud de aquellos que las olvidan, aunque las hayan dejado en medio de lágrimas y les hayan prometido no olvidarlas... Es necesario que el sacerdote que celebra la misa por las almas del purgatorio piense en el alma por la que celebra la misa. Su pensamiento tendrá doble fruto al celebrarla con más voluntad e intención. A veces se celebra la misa sin un pensamiento por el alma por la que se aplica. Durante el mes de noviembre, consagrado a las almas del purgatorio, van innumerables almas al cielo. Alégrense. En el cielo lo primero que hacen, después de agradecer a Jesús, a María y a San José, es pedir gracias para asistir a sus familiares de la tierra.

 La Virgen dice: Queridos hijos, hay una multitud de almas abandonadas en el purgatorio y hay quienes solo necesitan una comunión o un viacrucis para ir al cielo. Esos serían sus amigos si los ayudan a entrar al cielo y vendrían a traerles gracias abundantes de Dios. La gracia de una misa y comunión es una gracia que sobrepasa a todas las otras gracias.

Cuando rezaba el rosario oía con frecuencia que las almas del purgatorio le respondían Santa María.

PAPAS Y PROFECÍAS

En sus conversaciones Julie insistía mucho: Conserven el vínculo de la fe. Lo dice más de 200 veces.

El Papa León XIII murió en 1903 y Julie afirmó: El cardenal Adriano es el elegido de Dios. El será santo y santificará. El pondrá todo en orden. El no durará mucho tiempo y llevará el nombre de Pío. Fue Pío X y ella lo amó mucho también. El 25 de julio de 1911 profetizó: El Papa Pío X verá el comienzo de los males, pero no mucho tiempo. El será mártir y víctima. Ciertamente él vio el comienzo de la primera guerra mundial en 1914.

El 12 de octubre de 1915 vio al Papa Benedicto XV llorando por los terribles males que la guerra había desatado. El 15 de mayo de 1924 vio al Papa Pío XI y pidió por él a la Virgen María. En 1937 el Papa Pío XI envió a la Fraudais a ver a Julie al cardenal Pacelli, futuro Papa Pío XII, quien habló durante tres horas con Julie. Cuando sucedió el fenómeno de la aurora boreal el 24 de enero de 1938, que ya la Virgen había anunciado en Fátima que sería la señal de una guerra peor que la primera, Julie también la anunció.

El 24 de agosto, unos siete días antes del comienzo de la segunda guerra mundial, le avisó a Monseñor de la Franquerie que debía llevar todos los documentos sobre su caso a un lugar seguro. El 25 de agosto algunos hablaban de guerra y rezaban para que no comenzara, pero Julie les dijo: La guerra ya ha comenzado. Se pudo saber después que la orden de invadir Polonia había sido dada por Hitler para ese día. Su publicación se retardó ocho días por motivo de las negociaciones germano-soviéticas, pero los comandos alemanes, que no habían recibido contraorden, ya estaban combatiendo en la frontera con Polonia. Uno de los días un periodista le notificó que Teresa Neumann había muerto, pero ella lo corrigió y le dijo que la Virgen le había manifestado que vivía. Teresa vivió aún muchos años después de la guerra. El 23 de noviembre de 1939 declaro: La guerra será larga y terminará mal.

En un éxtasis manifestó: Yo le ofrecí a Jesús mi vida por la Iglesia, por el Papa y por los pecadores.

Ella se propuso cumplir un programa de tres puntos: orar, obedecer y sufrir. Decía: Yo he vivido con mi crucifijo y quiero morir con mi crucifijo. El sufrir pasa, pero el haber sufrido queda. Yo tengo en todo momento el corazón de mi Dios y el Dios de mi corazón.

Solía repetir: En el gran libro divino hay dos palabras importantes: Amor y sufrimientos, sufrimientos y amor.

También decía: Quiero sufrir y no morir. De hecho se fundó la Obra de la Cruz por un grupo de Amigos de la Cruz para defender a Julie y propagar sus acciones en el llamado Santuario de la Cruz, que era la propia casa de Julie.

SU TRÁNSITO A LA VIDA ETERNA

En plena guerra mundial, el 16 de junio de 1940, Julie fue llevada en coche lejos de Blain por unos amigos. Algunos no querían que se fuera, porque su presencia les era de garantía de que no pasaría nada. Al día siguiente de su partida los aviones alemanes bombardearon Blain. Después de recorrer 500 kilómetros y estar en diferentes lugares sin quejarse con sus 90 años, sufriendo con paciencia los inconvenientes del viaje, regresó a su casa feliz. Los viajeros rezaron con ella el Magnificat por la protección que habían tenido durante el viaje sin problema alguno. El 14 de febrero de 1941 recibió de Dios la noticia de su próxima muerte y envió aviso a la señora Imbert y a la señora Trioullier que vinieran sin tardar a verla. Ese día, después de la comunión, estaba particularmente feliz e hizo escribir a la señora Imbert por segunda vez que viniera sin tardar. Cayó enferma el 26 de febrero, miércoles de ceniza. El médico creía que era solo una gripe. El 3 de marzo se agravó mucho. A las seis de la tarde el padre Morice le administró la unción de los enfermos y ya estaba en coma. Al día siguiente, 4 de marzo de 1941 a las 10:25 a.m. expiró. La vistieron con el hábito de terciaria de san Francisco y vieron que tenía el pie izquierdo sobre el pie derecho como estaba Cristo en la cruz. Algunos periódicos hablaron de su muerte. Su cadáver conservó durante 75 horas el calor. Una gran multitud vino a sus funerales a pesar de la tempestad que había y los inconvenientes de la guerra. La colocaron en una tumba provisional en el cementerio y el 17 de marzo de ese año, 1941, tuvo lugar el entierro definitivo. Hay dos cuadernos llenos de relatos de gracias obtenidas por intercesión de Julie, después de su muerte. Dos ejemplos. Un sacerdote declaró que había visto a Julie aparecer algunos días después de su muerte tal como era en la tierra. Ella le dijo que había sido recibida en el cielo y le manifestó que era muy feliz.

A un padre de familia enfermo le administraron la unción de los enfermos. Su esposa le colocó una pequeña reliquia de seda de la ropa de Julie y el enfermo se curó.

SOBRE LOS TRES DÍAS DE OSCURIDAD

"Vendrán tres días de grandes tinieblas.

Las velas de cera bendita iluminarán durante estas tinieblas horrorosas. Una vela durará los tres días, pero en las casas de los impíos no arderán.

Durante esos tres días los demonios aparecerán en formas horribles y abominables y harán resonar el aire con espantosas blasfemias.

Los rayos y centellas penetrarán en las casas, pero no apagarán la luz de las velas benditas los vientos, tormentas y terremotos.

Tres cuartas partes de la humanidad serán aniquiladas. El castigo será mundial".

 

LAS CALAMIDADES QUE AMENAZAN EL MUNDO

1. En los tres días de tinieblas

"Solo las velas bendecidas arderán. Una de estas velas bastará para cada hogar durante los tres días de tinieblas. No lucirán en las casas de los impíos y blasfemos"

2. Plagas mortales

El único remedio para protegernos será: "Tragar un pedacito de papel muy fino en el que ponga: ¡Oh! Jesús, vencedor de la muerte; sálvanos, O Crux Ave".

3. Para los animales

"Se les pondrá al cuello una medalla de San Benito" (La Virgen advirtió a todos que llevaran una medalla de San Benito).

4. Durante el periodo de grandes calamidades

Terremotos, guerras, inundaciones, etc. recitar la siguiente oración a la Santa Cruz:

"Yo te alabo, te adoro, te abrazo, ¡Oh! adorable Cruz de mi Salvador. Protégenos, guárdanos, sálvanos. Jesús te amó mucho, por tu ejemplo, te amo yo. Por tu santa imagen, calma mis temores y que sienta sólo paz y confianza".



5. Grandes tormentas

Deberá recitarse la siguiente oración a la Cruz, revelada por Nuestro Señor:

"¡Oh! Crux Ave, spea unica "et Verbum caro factum est". ¡Oh! Jesús, vencedor de la muerte, sálvanos"

6. Guerras y revoluciones

Nuestro Señor le reveló durante un éxtasis: "Para disipar todo miedo y terror, os colocaréis sobre la frente una medalla o estampa bendecida de María Inmaculada. Vuestro espíritu estará en paz. Vuestro corazón no temerá el terror de los hombres. Vuestro espíritu no sentirá los efectos de mi gran justicia".

7. Enfermedades desconocidas

Recibido durante un éxtasis: "Una medalla de mi Divino Corazón; una medalla que lleve mi Cruz Adorable. Meteréis ambas medallas en un vaso con agua- tanto de cartón como de metal -. Beberéis esa agua que ha sido doblemente bendecida y purificada. Una sola gota en vuestra comida; una gota bastará para eliminar, no ya la plaga, sino el flagelo de mi Justicia. (La medalla milagrosa, por sí misma, reúne las condiciones necesarias). Daréis una gota de este agua a las pobres almas que hayan sufrido el flagelo de enfermedades desconocidas; las que atacan al corazón, al espíritu y a la palabra".

8. Enfermedades diversas

"Para usar en infusión: La hierba de San Juan (Glechoma hederacea) (enredadera de exterior en árboles); especialmente para estados graves y para los dolores en el pecho y jaquecas intensas. El espino (Caetagus oxyacantha) para usar en caso de cólera (que será frecuente y estará muy extendido). Para fiebres desconocidas: será eficaz la humilde Violeta (Viola odorata), el perfume y la virtud de la humildad"

9. Epidemias y epizoóticas

"El Señor concede al gran San Benito el poder de aliviar la gran calamidad. Una procesión fervorosa de la imagen, sin miedo ni temor, puede detener esta calamidad"

10. Fuego terrenal y celestial

Del Sagrado Corazón de Jesús: "El calor será terrible... al hacer la señal de la Cruz con agua bendita se reducirá el calor y se alejarán las chispas. Besaréis cinco veces pequeñas cruces con indulgencias... pequeñas cruces colocadas sobre las cinco llagas de Jesús Crucificado en una imagen sagrada. Tal protección beneficiará a las almas de pobres pecadores que invoquen a mi Madre Inmaculada, Madre de la Salvación, Refugio y Reconciliación de los pecadores".

11. Objetos protectores

De la Santísima Virgen: "Tengan siempre a mano sus objetos protectores: sus velas bendecidas, vuestras medallas, vuestras estampas y objetos sagrados de donde fluyen todas las gracias".

"Hijitos míos: es la fe, es la confianza la más preciada de todas las oraciones y la que más obtiene".

12. Refugios

Del Divino Corazón de Jesús:

"Queridos míos: hay tres refugios (para el tiempo de la tribulación): Mi Divino Corazón, mi Divina Cruz y mi querida Inmaculada Madre".

De Santa Ana:

"Tendrán varios refugios a la hora del castigo: La Cruz, el Adorable Divino Corazón y el Corazón Virginal de mi Hija Inmaculada".

13. Forma de usar el Espino

Según indicaciones de Nuestra Señora: "Habrá una grave enfermedad que la ciencia humana no podrá aliviar. Esta enfermedad atacará primero al corazón; luego al espíritu, y al mismo tiempo a la lengua. Será horrible.

El calor que la acompañará será un fuego devorador insoportable y tan intenso que los miembros del cuerpo afectados se pondrán rojos, un rojo feroz e insoportable.

Después de siete días, esta enfermedad que habrá sido sembrada como la semilla en el campo (periodo de incubación) se extenderá rápidamente por todas partes, haciendo grandes progresos.

Hijos míos, solo hay un remedio que podría salvaros. Conocéis el Espino que crece en casi todos los setos. Las hojas del espino (no las ramas) pueden detener el avance de esta enfermedad.

Recogeréis las hojas (no las ramas). Aunque secas, conservarán su eficacia. Las pondréis en agua hirviendo y las dejaréis a remojo unos 14 minutos, cubriendo el recipiente para que no se vaya el vapor.

Al comienzo de esta enfermedad deberá usarse este remedio tres veces al día. Esta enfermedad producirá continuos vómitos y náuseas. Si el remedio se toma demasiado tarde, la parte del cuerpo afectada se pondrá negra, y en lo negro aparecerá una especie de raya pálida y amarilla".

Palabras de Nuestro Señor del 20 de Julio de 1882: "Yo deseo que mis siervos, siervas y hasta los más pequeñitos se puedan revestir de una Cruz. Esta Cruz será pequeña y en su medio Llevará como una llamita blanca. Indicará esta llamita que son hijos e hijas de la luz".

Éxtasis del 15 de noviembre de 1921

"Amigos míos tan amados, quiero que se den cuenta de lo que padezco pensando en tantas almas privadas de la felicidad eterna. Amiguitos tan amados los días pasados dejaron mucho mal, pero los que vienen serán aún más terribles porque el mal va cobrando una intensidad terrible, una extensión que ya no tendrá límites. Amiguitos míos amadísimos, llevaréis mi Cruz adorable la cual los guardará de todas clases de males, que sea grande o pequeña; un día las bendeciré todas.

Primero, llevarán el nombre de «Cruz del perdón».

- Segundo, el de «Cruz de la salvación».

Tercero, el de «Cruz de la santa protección».

Cuarto, el nombre de «Cruz que calma las calamidades».

Quinto, llevarán la plegaria: "Oh Dios Salvador Crucificado, abrásame de amor, fe y ánimo para la salvación de mis hermanos".

"Hijitos míos, todas las almas que sufren y están acribilladas por las calamidades, todas las que besarán esta Cruz, recibirán mi perdón, todas las que la tocarán recibirán mi perdón. Será larga la expiación, pero un día será el Cielo, el Cielo se abrirá. Os advierto con anticipación, amiguitos míos amadísimos, para que no estéis sorprendidos, para que tengáis tiempo de avisar a los que queréis y sus familias".

Éxtasis del 17 de enero de 1922

Nuestro Señor revela esta oración que se debes rezar a menudo, y sobre todo durante el tiempo del gran diluvio de males y de espanto: "Te saludo, te adoro, te beso; Oh! Cruz adorable de mi Salvador. Protégenos, guárdanos, sálvanos. Jesús te amó tanto. Por tu santa imagen sosiega nuestros espantos. Que yo no sienta nada más que paz y confianza". Añade Nuestro Señor que con esta oración: "Recibirán tantas gracias, tanta fuerza y tanto amor que este gran diluvio pasará sin que se den cuenta de ello. Es una gracia de mi cariño".

ESCAPULARIO DE BENDICIÓN Y PROTECCIÓN

(Escapulario de color morado)

 


Éxtasis del 23 De Agosto De 1878

"He aquí lo que me mostró la Santa Virgen sobre su Corazón inmaculado, es un escapulario más ancho que los escapularios conocidos, un poco más ancho que la palma de la mano. Su color se parece al de la violeta, un morado muy bonito.

Aquí está lo que representa: en el medio los tres clavos que crucificaron a nuestro Señor sobre la Cruz, pasando unos encima de los otros, sin formar una cruz. De la punta de cada uno cae una gota de sangre bermeja. Encima de los clavos se ve una esponja cuyo aspecto recuerda el del cascabillo. Las tres gotas de sangre se juntan para caerse en un pequeño cáliz pintado de rojo que es rodeado por una corona de espinas, se ven tres crucecitas gravadas sobre la parte delantera del cáliz. Es la parte del escapulario que está sobre la capa de la Santa Virgen. Noto que este escapulario es mantenido por dos lazos morados que pasan sobre cada espalda, hay tres nudos sobre la espalda izquierda y dos sobre la derecha. El otro lado del escapulario representa a la Santa Virgen María sentada, sosteniendo en sus brazos a su adorable Hijo, la boca y la cabeza de Nuestro Señor descansando sobre el Corazón de la Santa Virgen. En la parte abajo del escapulario, y casi a los pies de Nuestro Señor, está un Ángel vestido de blanco, de pelo rizado, que lleva una corona blanca, su faja es roja. En sus manos lleva una ropa que le sirve para secar los pies de Nuestro Señor. Encima del Ángel, por la parte derecha del escapulario hay una escala. Por la parte izquierda, detrás de Nuestro Señor, se ve la caña de la Pasión, pintada de rojo pero sin esponja. Corren las lágrimas de la Santa Virgen, por la parte derecha de su pecho, y se van a parar a los pies del Ángel. Es bordado el escapulario por un lazo rojo y son de lana los lazos. Ahora, hija mía, me dijo la Santa Virgen, voy a darte la explicación de este escapulario. Me dirijo a ti, victima mía, y a mi siervo (será el director espiritual de Marie-Julie Jahenny).

Hijos míos de la Cruz, hacía mucho tiempo que mi Hijo y Yo deseábamos dar a conocer este escapulario de bendición; Hijos míos, este escapulario, es como si mi Corazón le hiciera de modelo, pues es mi Corazón el emblema de la simplicidad y de la humildad, lo que simboliza el color morado. Son poco venerados los clavos que traspasaron los pies y las manos de mi Hijo, y son venerables; por eso mi Hijo, en su divina Sapiencia pide la representación de los tres clavos en la parte delantera del escapulario. Las tres gotas de sangre y el cáliz representan los corazones generosos recogiendo la sangre de mi Divino Hijo. Representará la esponja roja a mi Divino Hijo bebiendo, en cierto modo, los pecados de sus hijos pero su adorable boca lo rehúsa. Deseo que el fondo (normalmente) negro del escapulario sea morado, pero deseo Yo que los clavos, el cáliz, la esponja y la corona estén sobre un pedazo de franela rojo oscuro. Esta primera aparición de este escapulario será una nueva protección para el tiempo de los castigos, de las calamidades y de las hambres. Todos los que lo llevarán podrán aguantar las tormentas, las tempestades y las tinieblas, tendrán la luz igual que de día. Esta es la fuerza de este escapulario desconocido”. Presenta la Santa Virgen el escapulario a Nuestro Señor que dice entonces: “Me dirijo a ti, victima mía, también a mis victimas y a mi siervos, hijos míos de la Cruz. Os doy una idea, un pensamiento profundo: cuando me quitaron de la Cruz, me pusieron en los brazos de mi Madre: este descendimiento, este pensamiento, esta devoción, son poco conocidos. Quisiera Yo, que gracias a la reproducción de este escapulario esto entrará en el corazón de los hijos de la Cruz, y ellos me saludarán diciéndome:

– Te saludo, Jesús Crucificado por dejarme la vida.

 – Te saludo con el júbilo de los Ángeles y de los Santos cuando te descendieron de la Cruz.

 – Te saludo con la tristeza de tu Madre cuando te descansabas contra su Corazón y sobre sus rodillas inmaculadas.

“Hijos míos, muy pocas almas piensan en enjugar las adorables heridas de mis pies cuando corre la sangre y quisiera Yo que fuera conocida esta representación. Tampoco se piensa mucho en las lágrimas derramadas por mi Madre durante mi Pasión; estas lágrimas están a los pies del Ángel que seca mis pies sagrados. Gracias a este escapulario, quisiera Yo que pensarais en esta escala, en esta caña y en estos clavos de mi Pasión. Hijos míos, cada alma, cada persona que poseerá dicho escapulario, verá su familia protegida así como su casa sobre todo de los incendios que nunca la incendiarán. Este escapulario fulminará a los ingratos que blasfemarán mi Nombre en la casa en la cual estará expuesto. Si entra un impío, estará éste tan impresionado que próxima será su conversión. Todos los que lo llevarán estarán preservados del trueno, de muerte súbita y de accidentes. Estarán protegidos durante los castigos. Quienquiera que lo pondrá en el Templo Santo alejará a los impíos y las profanaciones. El Señor añade también que se despertarán la fe y la convicción en el alma obstinada a la cual le será recordado este escapulario en la hora de la muerte; que todos los que pensarán en él y lo amarán evitarán las penas del alma y que quien lo llevará estará fuera de peligro como si poseyera el Cielo. Precisa también que además este escapulario servirá de pararrayos bajo el cual la Ira de Dios se hará menos pesada. Dice también Nuestro Señor que cualquier sacerdote podrá bendecir este escapulario. Tú, victima mía, podrás hacer el modelo… Al ponerse este escapulario se podrá rezar 5 ó 7 veces el Crux Ave y meditar durante 1 ó 3 minutos sobre mi Santa Pasión… Concederé muchas gracias a quien se vestirá de este santo Hábito”.

MEDALLA DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN AMPARO



Éxtasis del 28 de noviembre de 1878

“Hija mía, he aquí mi historia. "Fue esculpida por un pobre lisiado, quien después de grandes enfermedades, se volvió cojo y contrahecho. Era pobre, pero educado religiosamente. Como no podía vivir sin trabajar, se ofreció a una familia adinerada para guardar sus rebaños. Mientras estaba en los pastos se decía en sí mismo muchas veces:

Nada hice para alabar y honrar a la Santa Virgen quien me conservó la vida a pesar de tantos sufrimientos.

Entonces, un día, pidió a su amo la parte más dura de un árbol y éste cumplió su deseo. Talló el pedazo de madera y cada día iba adelantándose su trabajo.

Le ayudé y acabó la Estatua. Me colocó en el pequeño cuartucho en que descansaba. Después de su muerte, la Estatua quedó mucho tiempo en la familia de sus amos.

Al principio, tenía Yo mi pequeño oratorio, pobre pero rico de visitas; venían las madres cristianas para consagrarme a sus pequeñitos; muchos sacerdotes besaron mi Estatua. Muchas veces, alejé los peligros y los riesgos que caían sobre Mis hijos. Más tarde, fui entregada a un viejo sacerdote que me conservó hasta su muerte. Pero poco antes, le dije por tres veces.

Hijo mío, no son cristianos tus herederos, no me devolverán el homenaje que merezco Yo; antes de morirte, me llevarás al pantano a unas cuantas millas de aquí donde pasa un arroyuelo — Me dirigirás la cabeza hacia Nazareth — y me harás un pequeño santuario en forma de tumba.

Conservarás el secreto y me llevarás allá en el silencio de la noche, rezándome una oración. Me encerrarás y te morirás con tu secreto, Plantarás algunas espinas que crecerán rápidamente y Yo me quedaré enterrada en aquel lugar.»

Añadió la Santa Virgen que pasados muchos años, llegó la hora de su salida. Entonces fue cuando su Divino Hijo dejo caer desde el Cielo, una antorcha luminosa sobre el sitio donde estaba enterrada la Estatua, llamando la atención de los pastores. Con respeto

fue abierta la piedra sellada y se conservó una gran veneración por este lugar. «Estaba Yo intacta» dijo la Santa Virgen.

Al instante, se rezaron unas oraciones y manifesté mi gloria devolviendo la salud a un chiquito. Mi nombre es «Nuestra Señora del Buen Amparo».

 

Éxtasis del 16 de agosto de 1880

 

“Con toda la bondad de mi Corazón, y con todo mi Cariño, diré también a los padres que sería muy bien, y al mismo tiempo una gran gracia, que hicieran llevar a sus hijos, pequeños y mayores, una medalla que aún no existe pero que se podría acuñar, no muy ancha, como uno quiera. Esta medalla llevaría estas palabras: «Oh! Tú Santa Virgen, quien pisaste la cabeza de la serpiente, protege nuestra fe y la inocencia de nuestros pequeñitos.»

La Santísima Virgen lleva esta medalla sobre su Corazón y leo muy bien lo que está escrito; Ella me la enseña: es redonda y blanca.

La Santísima Virgen continúa: «No es necesario que cueste mucho esta medalla, su valor será el mismo. Servirá para proteger la inocencia durante un tiempo muy difícil, mientras se derramará la peste de la corrupción por todas partes. Cada cristiano podría proveerse de esta medalla que le servirá de defensa y de arma de la Fe la cual vencería la boca culpable y pérfida del mal.»

 

 


Para profundizar más acerca de estas revelaciones y apariciones a Marie Julie, pueden leer el siguiente libro en el “enlace”.

VER LOS SIGUIENTES VÍDEOS DE EXPERTOS QUE ESTUDIARON LAS PROFECÍAS DADAS A TRAVÉS DE LA VIDENTE ESTIGMATIZADA MARIE JULIE

 




 

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