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Combatiendo con San Antonio

COMBATIENDO CON SAN ANTONIO



ORIGEN DE LA ORACIÓN

Había en Portugal en el reinado del Rey Dionisio I, una persona atormentada por vejaciones diabólicas, obsesiones diabólicas. El enemigo de nuestra salvación le aparecía siempre sobre la forma de Jesucristo y le ordenaba que se arrojase al río tajo para obtener la remisión de sus pecados y la recompensa celestial. La infeliz mujer engañada por las mentiras de Satanás, decidió un día ahogarse. En el camino, encontró una Capilla Franciscana y entró allí, se arrodilló delante del altar de San Antonio de Padua, suplicó al Santo para ayudarla a salvar el alma. Después, asustada por la perspectiva del género de muerte que le estaba reservado y bastante fatigada, adormeció. Durante el sueño San Antonio le apareció, la alejó del funesto proyecto y le dio un pergamino, diciéndole para traer siempre consigo. Al levantarse, halló suspensa en el cuello la hoja preciosa donde se leía algunas líneas llamadas después: “Breve de San Antonio”. Inmediatamente se hizo sentir la eficacia del remedio celeste, la obsesión de Satanás desapareció inmediatamente y la mujer se vio libre. El Rey de Portugal habiendo tomado conocimiento del milagro, quizo ver el maravilloso escrito y mandó buscarlo. Desde que se vio privada de su tesoro, la mujer recayó en el poder del demonio. Le llevaron una copia exacta del breve milagroso de San Antonio, la recibió con confianza trayéndola día y noche consigo. En el mismo instante, recobró la paz y quedó libre de tales tentaciones. El Rey conservó el original entre las reliquias de la corona portuguesa.


BREVE O EXORCISMO DE SAN ANTONIO

“Ecce Crucem Domini, fugite partes adversae, vicit leo de tribu Juda, radix David, alleluia.”

Vamos a rezar ahora el Breve de San Antonio, este exorcismo de San Antonio, tan poderoso que libró a esta mujer que contamos ahora, de la vejación del demonio.


Señal de la cruz +
(Usar un rosario ordinario de 10 cuentas)

1-Padre Nuestro
1-Avemaría
1-Gloria

En la cuenta grande:

“Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.”

En las cuentas del denario:

“He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas. Venció el león de la tribu de Judá, el hijo de David, aleluya.”

Después de cada denario:

“San Antonio de Padua, ruega por nosotros.”

Oraciones a San Antonio

Glorioso San Antonio de Padua y de Lisboa, nosotros te pedimos por tus méritos, líbranos de todas las tentaciones diabólicas, de todas las tentaciones para el pecado, para el suicidio, para la depresión; líbranos también de todas las enfermedades que puedan ser causadas por el demonio en nuestros cuerpos y en nuestras almas, y por tus méritos y por tu gran intercesión junto del Señor y de María Santísima, dános siempre la gracia de gozar perfecta paz y tranquilidad en todos nuestros días.

Glorioso San Antonio, por tus grandes méritos junto de Dios y de María Santísima, te suplicamos, líbranos de todas las herejías que nos puedan alejar de la verdad, de la verdadera fe católica y hacernos ofender a Dios. De todas las herejías que niegan el valor de Nuestra Señora, las prerrogativas, los privilegios de Nuestra Señora, su inmensa dignidad de Madre de Dios, líbranos San Antonio. De todas las herejías que disminuyen el valor de los Santos, que disminuyen el valor de los Ángeles, líbranos San Antonio. De todas las herejías que niegan el valor del Santo Rosario, del Via Crucis, de las Coronillas y de las Novenas y Oraciones a los Santos, líbranos San Antonio. De las herejías que niegan el valor de las Imágenes Sagradas de Nuestra Señora, de los Santos, de los Ángeles, líbranos San Antonio. De las herejías que niegan el valor de los Sacramentales, de las Medallas, Escapularios de Nuestra Señora, de los Santos, líbranos San Antonio. De todas las herejías contra Nuestro Señor Jesucristo y los Dogmas de la Santa Fe Católica, líbranos San Antonio.

Glorioso San Antonio, por tus méritos y virtudes, dános la gracia te pedimos, de alejarnos de toda herejía. De las herejías que niegan las verdades de la fe católica, líbranos San Antonio. De toda confusión espiritual, líbranos San Antonio. De todo error, líbranos San Antonio. De los vicios y pecados, líbranos San Antonio. De la impureza y de la concupiscencia, líbranos San Antonio. De la avaricia y de los errores protestantes, líbranos San Antonio.

Glorioso San Antonio, por tus méritos y tus virtudes, tus méritos junto de Dios te pedimos, de todo accidente causado por Satanás, líbranos. De toda tentación de abandonar la vida religiosa y consagrada a Dios, líbranos. De toda tentación de volver al mundo y a la lujuria, líbranos. De todos los engaños, embustes del demonio, líbranos. De toda falsedad y de todo engaño, líbranos. De las personas malignas y falsas, líbranos. De toda especie de mentira de Satanás, líbranos. De todos los males que nos puedan afligir, líbranos.


Oraciones finales:

Si milagros tú procuras, pídelos luego a San Antonio. Huyen de él las desventuras, el error, los males y el demonio. Torna manso el furioso mar, de la prisión rompe las cadenas, de los perdidos hace hallar y da salud a los enfermos. En cualquier necesidad presta auxilios soberanos de su alta caridad, habla la voz de los Paduanos. Torna manso el furioso mar, de la prisión rompe las cadenas, de los perdidos hace hallar y da salud a los enfermos.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Torna manso el furioso mar, de la prisión rompe las cadenas, de los perdidos hace hallar y da salud a los enfermos. Ruega por nosotros San Antonio, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Oremos:

Dios Eterno y Todopoderoso, que diste a San Antonio a tu pueblo como insigne predicador e intercesor en todas las necesidades, haznos por su auxilio, seguir las enseñanzas de la vida cristiana y sentir tu ayuda en todas las pruebas. Por Nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

Dios te salve mi glorioso San Antonio, sagrario del Divino Espíritu Santo. Alcánzame de Él los dones y auxilios de Su Gracia. Dios te salve mi glorioso San Antonio, reclinatorio del Dios Niño. Consígame de Él la inocencia y la pureza. Dios te salve mi glorioso San Antonio, amantísimo hijo de María Santísima. Hazme también digno hijo de tal soberana y dulce Madre. Dios te salve mi glorioso San Antonio, luz brillante de la Santa Iglesia. Ilumina mi ceguera para que huya de las tinieblas de los vicios y de los pecados, y practique las obras de verdadera santidad. Dios te salve mi glorioso San Antonio, depurador de las cosas perdidas. No permitas que yo pierda el camino de la eterna salvación. Dios te salve mi glorioso San Antonio, lirio hermoso de la pureza. Inspírame un amor entrañable a la más bella de todas las virtudes. Dios te salve mi glorioso San Antonio, modelo perfecto de la humildad. Torna mi corazón semejante al tuyo. Dios te salve mi glorioso San Antonio, martillo formidable de los herejes. Comunícame la verdadera docilidad a las doctrinas de la Santa Fe Católica. Dios te salve mi glorioso San Antonio, digno hijo de San Francisco, abrasado como él en el amor divino. Inflame mi corazón en este fuego sagrado para que siempre arda en sus bellas y amorosas llamas. Así sea.

Oh glorioso San Antonio, mi gran abogado, por la confianza y el amor que en ti deposité, dígnate en concederme una mirada benigna en mi favor. Gran Santo, tú operas tantos milagros y que tantas gracias alcanzas para aquellos que te invocan, ten compasión también de este devoto siervo tuyo que está tan necesitado de tu auxilio. Di una palabra a aquél Niño que feliz aprietas en tus brazos y de Él impetra la gracia que humildemente te pido ahora…(pedir la gracia)

Gran San Antonio, Apóstol lleno de bondad, ruega por nosotros.

Gran San Antonio, que recibiste de Dios el poder especial de hallar las cosas perdidas, socórreme en este momento para que por tu auxilio, encuentre el objeto que procuro. Obténgame también una fe ardiente, la perfecta docilidad a las inspiraciones de la gracia, el deseo de llevar una vida de verdadero cristiano y una esperanza firme de alcanzar la bienaventuranza eterna. Amén.



 BIOGRAFÍA

Fernando Martín de Bullones y Taveira Azevedo, nació el 15 de Agosto de 1195, fiesta de la Asunción de María, en la Ciudad de Lisboa, Portugal, en el barrio Alfama. Hijo de Martín de Bullones y de Teresa Taveira Azevedo, de familias nobles e ilustres. Él era el único heredero de Martín, noble perteneciente al clan de los Bullones y Taveira Azevedo. Su infancia transcurrió normal y ordinaria, sin muchas emociones. Estudió en la Escuela Catredalicia de Lisboa. Contrariando los deseos de su familia, a los 15 años ingresó en el Monasterio de San Vicente, en las afueras de Lisboa, perteneciente a los Canónigos Regulares de San Agustín.

Los primeros 8 años de su vida religiosa pasados en las Ciudades de Lisboa y Coimbra, fueron dedicados al estudio. En ese periodo, nada escapó a sus ojos: desde los tratados teológicos y científicos a las Sagradas Escrituras. Su cultura general y religiosa era tal que algunos compañeros no dudaban en llamarlo de “Arca del Testamento”. Fernando era reservado, prefería la soledad de las bibliotecas y de los oratorios que las discusiones y debates religiosos.

El hecho que cambió su vida para siempre sucedió así: Fernando vio en una de las calles de Coimbra a un grupo de jóvenes frailes franciscanos que traían en los ojos un brillo desconocido. Irían a Marruecos, norte de África, para predicar la Palabra de Dios y vivir entre los Musulmanes. La experiencia solía ser trágica y aquella vez no fue diferente. Como la mayoría de los antecesores, ninguno de los religiosos retornó con vida. Después de ver el testimonio de los jóvenes frailes, Fernando decidió abandonar los cómodos Monasterios e ingresó a la Orden de los Frailes Menores (OFM). Fernando para probar su total renuncia al mundo y a su pasado, también decidió cambiar de nombre para Antonio, en homenaje al Gran San Antonio Abad de Egipto, el primer anacoreta de la historia. Dispuesto a tornarse también un mártir de la fe, fray Antonio parte para Marruecos, pero tan luego pisa el continente africano, fray Antonio contrae una fuerte fiebre. Quedó tan enfermo que fue obligado a volver a Coimbra, pero una vez más, el Cielo le reservaba nuevas sorpresas. Una gran tempestad obligó a su barco a parar en la isla de Sicilia, en Italia.

Pasó el tiempo y fray Antonio recuperó la salud y tuvo una nueva inspiración: asistir a la asamblea general de la Orden de los Frailes Menores en la Ciudad de Asís, Italia. En la fiesta de Pentecostés de 1221, de este modo, conoció al fundador de la Orden, San Francisco de Asís. En la asamblea general hubo unos 3000 frailes reunidos. Infelizmente no hay registros de ese momento tan particular de la historia del Cristianismo. Es difícil imaginar la emoción de fray Antonio al encontrarse a su maestro e inspirador, un hombre que hablaba con los animales y que recibió las llagas del propio Cristo. Sólo se sabe que los dos Santos se aproximaron más tarde cuando el fray portugués comenzó a realizar las primeras prédicas, y qué prédicas.

La convicción, cultura y talento de fray Antonio como predicador se mostraron por primera vez en Forli, Italia, en 1222. Pronto se divulgó la noticia de la calidad de sus sermones y fray Antonio recibió una carta del propio San Francisco con el encargo de predicar y de enseñar teología a los frailes. Luego fue comisionado por el mismo San Francisco para luchar contra la propagación de la herejía cátara en Francia. Se trasladó más tarde a Bolonia y a Padua, por lo que su tarea como predicador lo transformó en un viajero asiduo por el sur de Francia y todo el norte de Italia, pronunciándose contra las herejías.

Fray Antonio era un predicador inspirado. Sus prédicas eran tan disputadas que llegaban a alterar la rutina de las Ciudades y Pueblos, provocando el cierre adelantado de los establecimientos comerciales. De predicación a predicación, de pueblos en pueblos, fray Antonio llegó a Padua, Italia. Allí, convirtió un gran número de personas con sus actos y palabras. En la curia papal, fray Antonio suscitó en los Cardenales y en el Papa Gregorio IX tal admiración que el Pontífice también llegó a llamarlo “Arca del Testamento”. Sus mensajes desafiaban los vicios sociales de su tiempo, de manera especial la “Avaricia” y la práctica de la “Usura”.

Aquejado por continuas enfermedades, perseveraba en la enseñanza de la teología a los frailes y en la escucha de confesiones hasta la puesta del sol, a menudo en ayunas. La multitud de gente que acudía desde las Ciudades y Pueblos para escuchar las prédicas diarias le obligó a abandonar las Iglesias para hacerlo al aire libre. Fray Antonio enfermó de hidropesía y después de la Pascua de 1231, se retiró a la localidad de Camposampiero, en Arcella, con otros dos frailes para descansar y orar. Allí, fray Antonio vivió en una celda construida por él mismo bajo las ramas de un nogal.

Poco después decidió retornar a Padua, fue a esta Ciudad que él pidió que lo llevasen cuando su estado de salud empeorara. El Viernes 13 de Junio de 1231, fray Antonio no resistió a su enfermedad y murió en el Convento de Santa María en Arcella, perteneciente a las clarisas, un pequeño pueblo cerca de Padua. Fray Antonio tenía apenas 35 años. Su último pedido fue que lo sepultaran en la Ciudad de Padua, que él la llamaba de “mi casa espiritual”. Días después de su muerte, su pedido fue concedido y sepultaron su cuerpo en la Iglesia de Santa María Madre de Dios.

El proceso de canonización de fray Antonio encabeza la lista de los más rápidos de la historia, el segundo de la lista, 352 días después de su muerte. El primero de la lista de los canonizados más rápidos de la historia encabeza San Pedro de Verona, martirizado el 09 de Marzo de 1253, canonizado 337 días después de su muerte. San Antonio gracias a su dedicación a los humildes, fue electo por el Pueblo de Padua como “Protector de los pobres”. Una de las tradiciones más antiguas en su homenaje es justamente la distribución de panes a los necesitados. También es invocado en caso de: noviazgo, casamientos, milagros y para encontrar objetos perdidos.   

En 1263, 32 años después de su muerte, se culminó la construcción de la Basílica de Padua. Cuando su cuerpo fue exhumado, su lengua estaba intacta y continúa intacta hasta el día hoy en un relicario de vidrio en la Basílica de Padua dedicada a San Antonio, donde sus restos mortales también reposan. En 1934, fue declarado Patrono de Portugal. En 1946, el Papa Pío XII proclamó a San Antonio “Doctor de la Iglesia” con el título de “Doctor Evangélico”. San Antonio es uno de los hijos más amados de la Iglesia Católica, un puerto seguro al cual todos pueden recurrir. San Antonio se tornó uno de los Santos de mayor devoción de todos los pueblos. El Papa León XIII dijo sobre él: “San Antonio es el Santo de todo el mundo.”



ALGUNOS MILAGROS DE SAN ANTONIO

1-El milagro de la tormenta

Cuenta la historia que San Antonio un día fue a predicar en la Ciudad de Limoges, en Francia. Se decía que sus sermones eran oídos por más de 30.000 personas cada vez y que por eso era obligado a predicar al aire libre. Estaban todos en silencio oyendo lo que el Santo decía cuando vino una gran tempestad sobre la multitud que quedó atemorizada por la violencia de los rayos y truenos. San Antonio por otra parte, aconsejó a los oyentes a quedarse, asegurándoles que con la ayuda de Dios, ni una gota de lluvia los alcanzaría. El local donde estaban los oyentes quedó seco, mientras que en los alrededores quedó empapado.

2-El milagro de los peces

Una vez en el Pueblo de Rimini, en Francia, hubo un sermón que quedó célebre. San Antonio vino a predicar al pueblo hereje y estos se negaban a oírlo. Enojado contra el Pueblo, San Antonio se dirigió al mar y comenzó a predicar a los peces. Estos surgieron en grupos muy organizados y habían millares escuchando atentamente el sermón del Santo. Emergieron sus pequeñas cabezas para oír la Palabra de Dios. Muchos del Pueblo asombrados fueron a presenciar tal espectáculo y muchos de ellos cayeron de rodillas convirtíendose sinceramente a la fe católica.

3- El milagro de la leña y el Niño Jesús

Cuenta la historia que cuando San Antonio aún era el joven Fernando, en el Pueblo de Maçao, Portugal, fue a buscar leña del otro lado del río tajo a pedido de su madre. Al volver con la leña en mano, Fernando vio que el barco había desaparecido. Preocupado sabiendo que su madre lo esperaba del otro lado del río, Fernando pidió ayuda al Niño Jesús que le apareció. El Niño Jesús le dijo que arrojase la leña al río y que Él lo conduciría a la otra margen del río. Dice la historia que Fernando apareció del otro lado del río sobre la leña con el Niño Jesús en su regazo.

4-El Niño Jesús y San Antonio

Cierta vez, San Antonio entró en una Ciudad en servicio de predicación. El Señor Hidalgo que le dio posada, le señaló un aposento retirado a fin de que no le perturben en los estudios y oración. Estaba el Santo recogido y solo en su aposento, cuando el Señor Hidalgo discurriendo por la casa a tratar de su vida, pasó cerca del aposento del Santo y llevado por la curiosidad miró dentro a escondidas por un agujero que incluso llegaba en el lugar donde el Santo descansaba. ¡Y lo que habían de ver sus ojos! Un Niño muy hermoso y alegre en los brazos de San Antonio, y el Santo al contemplarle el rostro, lo apretaba al pecho y lo cubría de besos. Quedó maravillado el Señor Hidalgo con la hermosura del Niño y todo se espantaba, no atinando cómo explicar donde habría venido aquél Niño tan gracioso y tan bello. Y el Niño que no era otro sino el Señor Jesús, reveló a San Antonio que su hospedero lo estaba espiando. Por lo que el Santo después de finalizar la larga oración, llamando al Señor Hidalgo, humildemente le pidió e instó que mientras él fuese vivo, no descubriese a nadie la visión. Y sólo después de la muerte del Santo, el Señor Hidalgo con lágrimas santas, contó el milagro que sus ojos indiscretos habían contemplado. En alabanza de Cristo. Amén.   

5-El milagro del pie

Cierta vez en la Ciudad de Padua, un joven llamado Leonardo fue a confesarse con San Antonio y le contó un grave pecado. Leonardo le contó que dio una patada a su propia madre. San Antonio le comentó que una persona que comete tal ofensa debería tener el pie cortado. Leonardo ingenuo y no comprendiendo bien las palabras de San Antonio, llevó al pie de la letra: se cortó el pie con una espada. La madre de Leonardo corrió indignada al Convento, quejándose a San Antonio que por su culpa casi le había muerto el hijo. San Antonio se disculpó y explicó que no era esa su intención y la acompañó a la casa de Leonardo donde después de rezar a Dios, le juntó el pie a la pierna con tanta fe que estos se juntaron de nuevo por un milagro.

6-San Antonio salva a su padre de la horca

Un hombre fue asesinado cerca de la casa del Señor Martín de Bullones, padre de San Antonio. Los asesinos enterraron el cuerpo de la víctima en el patio trasero del Señor Martín sin que quedase sabiendo sobre eso. Pasados algunos días, fue descubierto por la justicia del local el cuerpo en el terreno del inocente Martín y este fue acusado por el crímen. No teniendo como defenderse de las acusasiones, tal era la evidencia de su culpa, dado la forma como fue encontrado el cuerpo, quedó varios meses preso y finalmente fue juzgado culpable y condenado a la horca. San Antonio de modo inexplicable, fue avisado de lo que sucedía a su padre, tal vez ha sido su Ángel de la Guarda que le comunicara el hecho. Luego de tomar conocimiento del hecho, el Santo fue sin demora a pedir al superior del Convento que lo dejase salir de Padua por un corto periodo de tiempo. Habiendo recibido la autorización, en un instante, de modo milagroso, se encontraba en Lisboa, yendo directamente al tribunal donde tomó la defensa de su inocente y querido padre. Los jueces quedaron estupefactos con la aparición de tan noble e inusitado abogado y con la seguridad con que él hablaba. Pero no fue suficiente para convencerse de la inocencia del pobre reo, tantas eran las pruebas que tenían de que el crímen era de su autoria. Como faltaban testimonios a favor del padre, San Antonio propuso interrogar a la víctima, que como deben acordarse, estaba muerto hace un buen tiempo. Los jueces y demás asistentes sorpresos con la idea, se pusieron a ridiculizar al Santo. A pesar de todo, San Antonio se mantuvo firme con su propuesta y las autoridades movidas por la curiosidad, aceptaron irse hasta la sepultura del muerto para interrogarlo. Llegando al cementerio, San Antonio mandó que desenterrasen y abriesen el cajón de la víctima. Hecho eso, dio la siguiente orden: “Por Dios que te creó, te ordeno: di si fue este hombre al que acusan el causante de tu muerte.” En el mismo instante, el muerto se levantó tal cual un vivo y dijo: “Martín de Bullones es inocente de mi sangre.” Habiendo pronunciado la defensa del reo, se acostó en la sepultura permaneciendo como estaba: muerto. Los jueces tomados de miedo y admiración por la escena que acababan de presenciar, decretaron inocente al padre de San Antonio y lo dejaron partir para su casa inmediatamente. San Antonio después de haber salvado la vida de su padre, volvió de forma igualmente milagrosa para su convento, donde continuó cumpliendo sus deberes de religioso el resto del día como si nada hubiese sucedido. Magnífico ejemplo de santidad y humildad.

7-El milagro de la Eucaristía

En todos los lugares donde pasaba, San Antonio era el flagelo de los herejes. En virtud del maravilloso don que poseía de refutar sus objeciones y desenmascarar sus calumnias contra la Fe Católica. Cierto día encontrándose en la Ciudad de Tolouse, en Francia, para combatir los errores de los enemigos de la Santa Iglesia Católica, se vio en lucha verbal contra unos de los más tenaces Albigenses. La larga discusión recayó sobre el tema del Sacramento de la Eucaristía. En medio de la asamblea, el hereje lanzó un desafio a San Antonio: “Dejemos las palabras y vamos a los hechos: si por un milagro puedes pobrar delante de todo el Pueblo que el cuerpo de Cristo está presente en la Hostia Consagrada, creeré en la Eucaristía. He aquí lo que propongo: tengo en mi casa un asno. Después de dejarle cerrado durante 3 días sin cualquier alimento, yo lo traeré a esta plaza. Entonces, en presencia de todos, le ofreceré una abundante cantidad de avena para comer. Y tú le presentarás eso que dices ser el cuerpo de Jesucristo. Si el animal hambriento abandona la comida a fin de correr para ese Dios que, según tu doctrina, debe ser adorado por todas las criaturas, yo creeré de todo corazón en la enseñanza de la Iglesia Católica.” San Antonio después de oír una inspiración divina, concuerda con el desafío. En el día marcado, acurrió gente de todas partes, llenando la plaza donde se realizaría el desafío. Católicos y herejes, todos estaban en una expectativa fácil de imaginar. Cerca de allí en una Capilla, San Antonio celebraba la Santa Misa con un fervor angelical. Llega entonces el Albigense empujando a su asno, mientras un compañero traía el alimento preferido del animal. Una multitud de herejes lo escolta, presagiando su victoria. En ese momento, sale de la Capilla San Antonio teniendo en las manos la custodia con el Santísimo Sacramento. Se hace un profundo silencio, dirigiéndose al asno, él clama con fuerte voz: “En Nombre y por el poder de tu creador, el cual a pesar de mi indignidad, aquí lo sostengo realmente presente en mis manos, yo te ordeno pobre animal: ven sin demora a inclinarte con humildad delante de Él. Deben los herejes reconocer que toda criatura presta sumisión a Jesucristo, Dios Creador, que el Sacerdote Católico tiene la honra de hacer bajar sobre el altar.” Al mismo tiempo, el Albigense pone mucha avena debajo de la boca del asno hambriento, incitándole a comer. ¡Oh prodigio! Sin prestar cualquier atención al alimento que le es ofrecido, no escuchando sino la voz de San Antonio, el animal se inclina a oír el Nombre de Jesucristo y después se postra de rodillas delante del Sacramento de Vida como para adorarlo. A la vista de todos, los Católicos explotan en manifestaciones de entusiasmo, mientras los Albigenses quedan aplastados de estupor y confusión. El dueño del asno sin embargo, manteniendo la palabra de honra dada a San Antonio, abjura la herejía y se torna un fiel hijo de la Iglesia. Era el año de 1227.

8-El milagro de San Antonio sobre un joven fraile

En el tiempo en que San Antonio era Custodio de la Ciudad de Limoges, en Francia, cierto novicio llamado Pedro andaba en gran tentación de abandonar la Orden. Por divina revelación, supo del caso el siervo de Dios y porque tenía solícito cuidado de la grey que le fue confiada, tuvo entrañable compasión de aquella ovejita errada. Y encendido por el Espíritu del Señor, abrió la boca del novicio con sus propias manos y le sopló diciéndole: “Recibe el Espíritu Santo.” ¡Oh cosa maravillosa! Tan deprisa el joven sintió en sí el soplo del siervo de Dios, que cayó por tierra como si fuera muerto. Pero San Antonio lo levantó en la presencia de los frailes que habían acudido al lugar; luego recobró los sentidos y se puso a contar que fue arrebatado al Coro de los Ángeles y viera los maravillosos secretos del Cielo. Y temiendo San Antonio que atribuyese a su persona el milagro y no al poder de Dios, mandó al novicio no dijese nada de cuanto le había sido revelado. Y desde aquella hora, al joven lo dejó la tentación en que andaba. Y según él confesó, mientras vivió, nunca más sintió el aguijón del mal. Y vestido con la virtud de lo alto, perseveró en tan santo vivir que fue en la Orden, ejemplo para otros frailes.

9-Cómo San Antonio salvó a un monje de la tentación de la carne

Por aquellos tiempos, pasó el bienaventurado San Antonio por la Abadía de Solesmes, en el Obispado de Limoges, en Francia. Vivía allí un monje que sufría hace mucho tiempo la grave tentación del deleite de la carne. Para vencer el mal impulso, mortificaba el cuerpo con ayunos, vigilias y oraciones, pero sin ningún resultado, porque Dios guardaba para San Antonio su cura y remedio. Reparando el monje en la santidad de San Antonio, fue a confesarse con él y le descubrió todos sus pecados y la molesta tentación carnal, y fielmente y humildemente le pidió ayuda y auxilio. Entonces, el siervo de Dios quitó al monje a parte, desprendió la túnica y la dio para que él la vistiese. Y la túnica llevaba en sí tanta limpieza de alma y tanta pureza de corazón que si le pegara del cuerpo castísimo de San Antonio, que mal el monje la vistió, enseguida los impulsos carnales aminoraron. Y desde entonces, así muchas veces él lo confesó, nunca más los movimientos impuros lo acometieron o lo molestaron.

10-San Antonio resucita a un niño muerto

Una vez había llegado San Antonio a un lugar para predicar y una joven mujer devota dejó al hijo en la cuna y fue a oír el sermón del siervo de Dios. Después, cuando volvió a casa, fue a ver a su hijo que estaba muerto, acostadito en la cuna. La mujer afligida, corrió rápidamente junto a San Antonio para rogarle con muchas lágrimas que le resucitase a su niño. Y el Santo dolíendose de ella, por dos o tres veces le dice: “Anda, ve, que Dios te hará bien.” Y ella confiada en las palabras del Santo, volvió a casa llena de esperanza. Y su hijo que estaba muerto, lo encontró vivo y jugando con unas piedritas que antes nunca tuviera. 


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